El cambio climático obliga a tomar decisiones políticas para adaptarse y mitigar el impacto. En Mendoza apuestan a construir represas, pero la falta de financiamiento y de actualización de los estudios demoran los procesos. ¿Conviene ese camino?
Pablo Icardi domingo, 17 de octubre de 2021 · 09:18 https://b6035d29beeeabb75eb65321fec5a601.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html
Los ríos de Mendoza tendrán un año más de sequía, superando la década de escasez de agua. La provincia es vulnerable al cambio climático y hay dos palabras clave para el presente y el futuro: mitigación y adaptación. Pues Mendoza ha tomado un camino en materia hídrica: construir grandes reservorios de agua a través de represas en los ríos. Es la misma estrategia de antes, pero con nuevas dificultades. Se trata de obras costosas para contener ríos que cada vez traen menos agua. Portezuelo del Viento, Los Blancos, El Baqueano, Uspallata, Cordón del Plata. Esos son algunos de los proyectos que están en evaluación o por ejecutarse, aunque por ahora solo uno tiene financiamiento asegurado.
Aunque hay discusiones de alto nivel sobre la conveniencia o no de las grandes represas, sí existe consenso en que es una estrategia buena para aprovechamientos multipropósitos. Pero en la provincia hay otra variable más relacionada con lo humano y la gestión del recurso. Es decir, no alcanza sólo con construir una represa, sino todas las obras secundarias que se requiere y cómo se administran.
El ejemplo más tangible es Potrerillos. La represa va a cumplir 20 años y nunca se terminó el plan de gestión «aguas abajo» para, por ejemplo, amortiguar el impacto de las aguas claras, mejorar la gestión del riego y, sobre todo, de consumo humano en el área urbana. De hecho hoy la presión sobre el recurso disponible en el Gran Mendoza impacta más que la propia escasez. Los proyectos de regulación del Río Mendoza datan de 1920, recién en 2001 se inauguró el primer dique y los otros no se ejecutaron. El río trae menos agua, la población y las actividades humanas que presionan sobre ese recurso crecieron de manera enorme. En el pronóstico de escurrimiento para la temporada se prevé una disponibilidad de 820 hm3, pero hay que restarle 250 hm3 que ya están «comprometidos» por la presión urbana. Por eso la disponibilidad real es mayor y hay una «sequía extrema» de hecho.
Potrerillos es un dique chico, que almacena agua de manera estacional, es decir para una temporada de poca agua. «Si no estuviera el Dique la situación sería dramática», aseguran. Es decir, cumplió la primera parte de los objetivos. Pero incluso el propio Potrerillos ya tiene otros impactos, además de la presión, porque disminuyó su capacidad de almacenamiento en más de un 10% por los sedimentos. Originalmente tenía una capacidad de 452 hectómetros cúbicos. Y ahora no llega a los 390 hm3 en su llenado total.
Diques y demoras
Portezuelo del Viento es la «gran obra» que el Gobierno busca ejecutar. Tiene financiamiento asegurado, pero hay problemas técnicos para la adjudicación y otros inconvenientes ambientales, políticos y jurídicos que la pueden demorar. Portezuelo va a regular el Río Grande, un curso de agua subutilizado por Mendoza y que tiene pocas hectáreas afectadas. De hecho el principal uso tiene que ver más con las industrias extractivas (petróleo y minería). El volumen del embalse sería casi cuatro veces el de Potrerillos y se cree que podría beneficiar más a las provincias vecinas abasteciendo con un caudal constante al río Colorado. El Gobierno comenzó tímidamente a analizar la posibilidad de que, una vez hecho el dique, se ejecute el trasvase de agua al río Atuel para aprovechar mejor y nutrir a ese curso de agua que está exprimido.
Pero el Río Grande no está exento de los problemas estructurales. Este año será el que más impacto tendrá por la sequía y arrastra varias temporadas muy por debajo de su promedio. Está previsto que sufra una «sequía extrema» porque traerá solo el 40% de su volumen histórico.
El tema fue tomado por quienes buscan desalentar la realización de la obra por la relación «costo – beneficio»: creen que por el cambio climático, la represa tardará menos en llenarse y que podría producir menos energía de la calculada. No es un tema menor ese análisis pues el principal objetivo de Portezuelo es la generación de energía para venderla, que produzca regalías y que ese dinero sea usado para financiar otras represas. El círculo «virtuoso» que se prevé y que fue ejecutado en otras provincias, como San Juan. Suarez asegura que adjudicará la obra al único oferente (el consorcio Malal Hue), aunque luego deberá firmar el contrato y esperar que la Corte Suprema no frente nada ante las demandas de La Pampa. Todo indica que Suarez podría adjudicarla, pero no será quien la vea en ejecución.
Portezuelo costará, sin contar mayores costos, más de 1000 millones de dólares. Todo el plan de obras del Departamento General de Irrigación para mitigar el Cambio Climático está presupuestado en 280 millones de dólares aproximadamente.
Otro de los planes del Gobierno es la ejecución de la represa El Baqueano, en el río Diamante. Se trata de un curso de agua ya regulado por dos represas y cuyo nuevo proyecto está en estudio, pero sin financiamiento. El Diamante también está en caída en cuanto al volumen de agua y por eso la represa que se sumaría a Los Reyunos y Agua del Toro agregaría otro «reservorio». Claro, se redefine todo, pues los proyectos originales son de hace más de 40 años.
El Río Mendoza también tendría al menos un dique más (originalmente se pensó un sistema de tres embalses). El proyecto que desarrolla el Gobierno es la represa Uspallata, cerca de la villa homónima. Está en proceso de licitación el paquete de estudios ambientales y sociales para elaborar el proyecto que pondría el segundo embalse, con dimensiones mayores a las de Potrerillos y que serviría para contener parte de los sedimentos, además de generar energía y tener otro lago. Nuevamente el tema tiempos y financiamiento juega un papel clave: los proyectos datan de casi un siglo, aunque hace 40 años se estudió más profundamente. La realidad ambiental, principalmente hidrológica, era otra. Ahora se busca encarar nuevos estudios. La realización de esa obra es hoy una quimera por falta de recursos. El proyecto Los Blancos, en el Río Tunuyán superior, llegó a ser anunciado y hasta licitado. Pero no existe ni siquiera a nivel de proyecto aún. Mucho menos existen los recursos para hacerlo.
El último dique se inauguró hace 20 años, pero su funcionamiento pleno fue posterior y aún no se termina el plan de optimización. A ese ritmo, el sistema de adaptación al cambio climático y de aprovechamiento de los ríos para generar energía puede demorar más de lo que la necesidad demanda.