Las tecnologías para aprovechar el poder del agua se promocionan como cruciales para un futuro con bajas emisiones. Pero durante muchas décadas, la industria hidroeléctrica ha causado graves daños al medio ambiente y la vida de las personas.
Más de 500 nuevas represas hidroeléctricas están actualmente planificadas o en construcción en las áreas protegidas del mundo. Y unos 260.000 kilómetros de los últimos ríos salvajes, incluidos los ríos Amazonas, Congo, Irrawaddy y Salween, están amenazados por las presas propuestas.
Pero se necesita con urgencia una supervisión estricta y un compromiso por parte de los bancos y los gobiernos de apoyar únicamente los desarrollos hidroeléctricos de bombeo sostenibles. De lo contrario, la industria en expansión podría desplazar a millones de personas más, dañar irreparablemente los ríos y llevar a las especies a la extinción.
La vieja tecnología hidroeléctrica da nueva vida
La hidroelectricidad es una tecnología antigua que consiste en hacer pasar agua desde un depósito a través de una turbina para generar electricidad. Una aplicación, conocida como almacenamiento por bombeo , puede almacenar la electricidad generada por la energía solar y eólica. En la era del cambio climático, el almacenamiento por bombeo ha dado nueva vida a la tecnología hidroeléctrica.
La energía hidroeléctrica bombeada utiliza el exceso de energía renovable para bombear agua desde un depósito más bajo a uno más alto. Luego, el agua se libera cuesta abajo para producir electricidad cuando se necesita, luego se bombea nuevamente cuando la electricidad vuelve a ser excedente.
Las tecnologías como la eólica y la solar solo pueden producir electricidad cuando el sol brilla o el viento sopla. La energía hidroeléctrica bombeada puede hacer que dichos generadores sean más confiables al almacenar energía renovable cuando se produce y luego liberarla según sea necesario.
El almacenamiento de agua por bombeo se puede agregar a los embalses existentes en los ríos. También se puede ubicar frente a los ríos, lo que a menudo puede conducir a mejores resultados sociales y ambientales. Uno de esos proyectos en el norte de Queensland, Kidstone , implica la remodelación de una antigua mina de oro.
Un historial pobre
La energía hidroeléctrica y las represas asociadas tienen un largo historial de daños ambientales y sociales. Además de las inundaciones de ecosistemas, tierras de cultivo y pueblos, los proyectos hidroeléctricos interrumpen significativamente los flujos de los ríos. Esto, entre otros daños , puede privar de agua a los humedales de las llanuras aluviales, bloquear la migración y reproducción de peces y reducir los flujos de nutrientes.
A nivel mundial, las poblaciones de especies de agua dulce, incluidos mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces, han disminuido en aproximadamente un 84% desde 1970, en gran parte debido a las presas. En Tasmania, la inundación del ecosistema único del lago Pedder en la década de 1970 provocó la extinción de varias especies.
Y aunque la energía hidroeléctrica se considera una energía “limpia”, puede generar cantidades significativas de gases de efecto invernadero cuando las plantas y los árboles inundados se descomponen.
Las emisiones de la mayoría de las represas hidroeléctricas son comparables a las emisiones del ciclo de vida de los generadores solares y eólicos. Pero en sitios tropicales más cálidos donde la vegetación es más densa, los reservorios podrían tener una tasa de emisión más alta que la electricidad basada en fósiles.
Pero habitualmente se proponen nuevos proyectos hidroeléctricos en sitios donde causarán daños sustanciales. Y los problemas sociales y ambientales causados por las represas hidroeléctricas continúan en lugares tan diversos como Colombia y la región del Mekong en el sudeste asiático.
El proyecto de almacenamiento por bombeo Snowy 2.0 en el Parque Nacional Kosciuszko en Australia destaca las compensaciones involucradas en muchos desarrollos hidroeléctricos.
Promete mejorar la confiabilidad de la energía solar y eólica, ayudando a mitigar el cambio climático. Pero también amenaza a dos especies de peces en peligro de extinción, y se están despejando varios miles de hectáreas de parque nacional para infraestructura.
Un cambio de imagen de la industria hidroeléctrica
Claramente, la industria hidroeléctrica mundial tiene un trabajo de relaciones públicas que hacer, si se quiere realizar su expansión global. La Asociación Internacional de Energía Hidroeléctrica parece haberse dado cuenta de esto, adoptando un enfoque sofisticado para mejorar la licencia social de la industria.
La industria se ha comprometido a no construir represas hidroeléctricas en sitios del patrimonio mundial. También ha ofrecido “evitar, minimizar, mitigar o compensar” los daños en las áreas protegidas (aunque no ofrezca una protección completa).
Sin embargo, es difícil ver que los nuevos estándares se apliquen sistemáticamente a menos que los gobiernos de las principales naciones constructoras de represas, especialmente China, India, Brasil y Turquía, adopten los estándares en sus procesos de planificación y aprobación.
¿Y cómo se evitará que los operadores deshonestos y los financistas irresponsables desarrollen proyectos insostenibles, especialmente cuando algunos gobiernos están obsesionados con habilitarlos?
Es de interés para la Asociación Internacional de Energía Hidroeléctrica, como elemento progresista de la industria hidroeléctrica, abogar por que los gobiernos y los financistas evalúen los proyectos hidroeléctricos propuestos en función de los nuevos estándares.
Causando el menor daño
La energía hidroeléctrica de bombeo tiene un papel importante que desempeñar en la transición de las energías renovables, pero solo cuando los proyectos causan un daño mínimo a las personas y la naturaleza.
Garantizar una industria sostenible en el futuro podría lograrse deteniendo los dañinos proyectos hidroeléctricos convencionales en los ríos. En cambio, los proyectos de almacenamiento por bombeo deben desarrollarse cuando:
una evaluación muestra que satisfacen las necesidades de un sistema energético
Los conflictos ambientales y sociales son mínimos, como en los sitios fuera del río.
para proyectos en áreas tropicales, se evitan los reservorios poco profundos y la inundación de la vegetación para minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero.
El almacenamiento por bombeo ofrece a la industria hidroeléctrica la oportunidad de reposicionarse de villano a héroe. La industria ahora debe traducir sus palabras en práctica. Y los financieros y los reguladores gubernamentales deben apoyar solo aquellos proyectos hidroeléctricos que busquen genuinamente minimizar el daño ambiental y social.
Este artículo fue escrito por Jamie Pittock, profesor de la Escuela Fenner de Medio Ambiente y Sociedad de la Universidad Nacional de Australia. Se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Artículo en inglés
Las mujeres del río Cauca han liderado el rechazo a Hidroituango, el mayor proyecto hidroeléctrico de Colombia. Hace 3 años un derrumbe en un túnel casi colapsa la presa y obligó a desalojar a 100.000 personas río abajo. Algunas de las líderes que vivían en la ribera río arriba quedaron atrapadas y tuvieron que huir para no ahogarse por el llenado del embalse. Hoy siguen oponiéndose a la represa, en el país más peligroso para ser líder ambiental, y son testigos de un río que ya no existe como lo conocieron. Foto: Santiago Rodríguez
Angélica Mazo se cuelga de la baranda de la represa y mira el río que cae por el vertedero: el agua es arrojada a una caída de 225 metros y al chocar con el fondo levanta un estallido de vapor que deja sin hojas la montaña del frente, como si ardiera todo el tiempo. “¡Este sí es mi río!”, me dice.
Detrás nuestro, del otro lado de la presa, el Cauca es un embalse silencioso, verde e inmóvil que no se parece al río en el que ella aprendió a pescar y a recoger oro con una batea desde los 9 años. De este lado, en cambio, el movimiento le devuelve al agua su sonido y su color marrón, aunque algo más claro.
Aferrada a la baranda, Angélica repite el mismo gesto que hacía cuando era niña, cuando se sostenía del borde del puente Pescadero, ocho kilómetros al norte de allí, ahora sumergido por el embalse. “Me quedaba horas ahí, mirando la corriente del río y me preguntaba: de dónde viene, para dónde va, por qué no se acaba”.
Repite el gesto, pero todo lo demás ha cambiado. Ella no es una niña, tiene 59 años; este no es el puente sino la cima de una represa; y el río, dice, ya no es el río, es el motor de la que sería la mayor central de energía de Colombia.
El proyecto hidroeléctrico Ituango, al occidente del país, en el departamento de Antioquia, debía entrar en operación hace tres años, en 2018, y generar el 17 por ciento de la demanda de energía nacional. Pero ese año un derrumbe en el túnel con el que desviaban el Cauca hizo que el embalse comenzara a llenarse antes de que terminaran la presa.
El agua contenida amenazó con desbordar el muro hasta donde estaba construido y romperlo. El riesgo de la avalancha, que habría arrasado a todos los municipios 256 kilómetros río abajo, obligó a la mayor evacuación de la historia de Colombia: 113.000 personas, cinco municipios vaciados de gente.
Se tomaron decisiones desesperadas para evitar el desastre. El agua fue desviada por la casa de máquinas —el sitio donde se genera la energía—, lo que causó pérdidas por 110 millones de dólares. El muro se terminó de urgencia en solo un mes para contener el agua que seguía subiendo. La peor parte de la crisis estuvo controlada en 2018, cuando el agua comenzó a salir por el vertedero, un canal a la derecha del muro. El río se seguirá evacuando por allí hasta que la obra esté lista y comience a generar energía en 2022.
Hidroituango. Foto: EPM
Sostenida de la baranda, Angélica mira esa cascada artificial. Pasó los últimos 10 años de su vida intentando evitar que se construyera la represa. Se queda un rato en silencio hasta que cambia de opinión: este no se parece a su río. “Antes no sonaba así, el ruido del agua se mezclaba con los golpes que daba contra las rocas y la arena”, dice.
Lo que extraña del Cauca no es solo su sonido, interrumpido por la quietud del embalse, sino su complejidad. La corriente que se quedaba mirando de niña, mientras se hacía las preguntas que uno se hace ante lo amado: de dónde viene, para dónde va, por qué no se acaba.
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La hidroeléctrica de Ituango fue bautizada con el nombre del primer ingeniero que imaginó la represa, José Tejada Saénz. En 1969, en el documento en el que planteó el proyecto, escribió sobre el cañón del río Cauca: “Ese lugar lo puso Dios ahí para que hubiera una hidroeléctrica”.
Durante cuatro décadas la obra fue poco más que eso, una curiosidad guardada en el cajón de algunos ingenieros que refinaron las anotaciones de Saénz. Ni los recursos ni las capacidades técnicas hacían pensar que pudiera realmente hacerse la represa. Hasta que, en 2007, el gobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos trazó un plan de financiación, puso la hidroeléctrica en su plan de gobierno y en 2010 encargó la obra a Empresas Públicas de Medellín (EPM).
“Lo que nos movió fue cumplir un sueño de Antioquia. Retomamos la tesis de un gran gerente de empresas públicas, Diego Cayo Restrepo, que dijo: ‘Antioquia, con tantas limitaciones que nos puso la naturaleza, a lo que se puede dedicar es a vender aguaceros’”, dijo Ramos en 2019, en una entrevista radial.
La historia de este departamento, el segundo más poblado de Colombia después de la capital, Bogotá, podría resumirse como la de una región que ha tratado de domar el mundo. Fue el primer sitio, en un país cruzado por tres cordilleras derivadas de los Andes, en el que se rompió la montaña para crear un túnel, La Quiebra, en 1929.
Hidroituango fue imaginado como un paso más en esa búsqueda por doblegar el paisaje. “No se vuelve a dar en el mundo un cañón de 70 kilómetros de extensión, tan cerrado, de pura roca, y tan inhabitado”, me dice el gobernador Ramos por teléfono.
Desde las alturas, el cañón del Cauca le podría parecer inhabitado. Pero basta con acercarse al río para distinguir a las personas que viven allí.
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Estela Posada —51 años, pescadora, barequera— sostiene frente a su pecho una batea, una vasija de madera, redonda y ancha que usaba para encontrar oro en el Cauca. En el centro está escrito su nombre y alrededor las fechas y los lugares de las cinco veces que fue desalojada del río mientras se construía la represa, entre 2011 y 2018.
Con cada desalojo hacía lo mismo: dejaba una marca en la batea y volvía a armar su casa un poco más arriba en el río. Pasó siete años desplazándose en contra de la corriente. “Me fueron arriando por la montaña hasta que al final me sacó el agua”, dice.
Estela Posada, líder de Ríos Vivos en Toledo. Foto: Juan Manuel Flórez
Estamos en la sede de Ríos Vivos, la organización a la que pertenece y que ha liderado la oposición a Hidroituango. La casa queda en el municipio de Toledo y eligieron construirla en una montaña con vista a la represa.
Con la batea en las manos, Estela repasa en voz alta las fechas de los desalojos. “Junio de 2011, Playa Capitán. Diciembre de 2011, Playa Nicura. Marzo de 2015, La Arenera. Febrero de 2017, Los Mangos. Mayo de 2018, Playa Guayacán”. Las fechas rodean su nombre como las horas de un reloj. Marcan los tiempos del avance de la obra, pero también los de su resistencia.
Las mujeres han sido quienes han liderado el rechazo a la represa. El barequeo, el oficio de encontrar oro en el río, era ejercido sobre todo por ellas. El río era un espacio común a cuya orilla vivían, sembraban, daban a luz y enterraban los cuerpos que bajaban flotando.
Por eso, dice Estela, intentaron evitar que lo inundaran. Ella fue quien lideró, en 2013, una caravana de 350 personas desde el puente Pescadero hasta la capital, Medellín, a 166 kilómetros de allí. Comenzó como una protesta por la captura de 12 miembros de Ríos Vivos en otra manifestación. Caminaron ocho horas hasta el municipio de San Andrés de Cuerquia, donde pasaron la noche.
“No pude dormir nada. Solamente podía pensar en qué me había metido, cómo iba a responder por toda esa gente”, recuerda Estela. Seguía sin encontrar una respuesta en la mañana cuando, en la montaña de enfrente, vio bajar por la carretera varios buses de EPM que volvían de la obra. Organizó a una veintena de sus compañeros para cortarles el paso. Se tomaron ocho buses y cambiaron el rumbo: los detenidos habían sido liberados, pero decidieron seguir la caravana hasta Medellín, la capital.
El 19 de marzo de 2013, 350 campesinos y barequeros afectados por la hidroeléctrica entraron a la ciudad en buses de la empresa encargada de construirla. Lo hicieron sonando las bocinas. “Encargamos a un compañero en cada bus para que tocaran el pito. Cuando llegamos, nos bajamos, y les dijimos a los conductores: muchas gracias y hasta luego. Algunos estaban furiosos”, dice Estela riendo.
Se quedaron siete meses en el coliseo de la Universidad de Antioquia, reclamando negociar con el entonces gobernador, Sergio Fajardo. En el grupo también estaba Angélica, que dejó su casa en Briceño para vivir durante más de medio año en una carpa improvisada.
Pero en octubre, cansados y sin un acuerdo claro, regresaron a sus municipios. Un par de meses después, el 17 de febrero, la obra se volvió irreversible. EPM desvió el río Cauca por dos túneles excavados en la montaña, para secar el sector en el que iba a construir un muro de más de 200 metros para represar la corriente.
“Durante años se ha planeado este momento, pero nunca creímos que con la ingeniería esto pudiera ser una realidad. El Cauca parecía indomable”, dijo uno de los reporteros que dio la noticia.
Estela estaba en el Valle de Toledo, un corregimiento cerca de allí, y vio por televisión a un sacerdote que bendijo la obra antes de la detonación que sacó el río de su cauce. “No volví a creer en los curas. Ese día perdí la fe”.
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Acened Higuita, líder de Comunidades Setaa en Briceño. Foto: Santiago Rodríguez
Cuando Bernardo Torres se sumergía en el río, antes del llenado de la presa, sentía una fuerza que intentaba arrastrarlo. “Era como si el agua quisiera llevarlo a uno a otra parte, hacia abajo”, dice.
Su esposa, Acened Higuita —barequera y presidenta de la acción comunal de la vereda Nueva LLanada en Peque, 24 kilómetros río arriba de la represa— dice que esa fuerza fue la que causó la crisis en 2018. “Si usted represa un río tiene que atenerse a las consecuencias. Es como hacer una casa al lado de la quebrada. Uno invade su territorio, y en algún punto ella va a querer reclamarlo”, dice ella.
Toda agua que corre corre hacia el mar. El Cauca baja 1.350 kilómetros desde su nacimiento en el macizo colombiano para unirse con el río Magdalena, el más grande del país, y desembocar juntos 299 kilómetros más abajo en el mar Caribe.
El muro de Hidroituango es la mayor interrupción a ese recorrido. La presión que casi lo rompe en 2018 fue, en parte, el curso del agua intentando cumplirse.
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La primera señal que el río le dio a Estela del peligro fue su silencio. Le gustaba armar su casa cerca de la orilla para dormir arrullada por el sonido del agua. La madrugada del 8 de mayo de 2018 despertó en playa Guayacán, donde llevaba un año viviendo con su hijo de la pesca y el oro, y notó que no escuchaba la corriente.
Cuando se bajó de la cama el agua le llegaba a la rodilla. Sacó lo que pudo, con ayuda de su hijo, y subieron por la barranca. Allí notaron que no era una crecida normal; el agua no descendía.
Varios kilómetros más abajo, en la represa, el túnel de desviación del Cauca estaba colapsado por un derrumbe interno de la montaña. El agua que bajaba desde el macizo —2.500 metros cúbicos, el volumen de una piscina olímpica, cada segundo— comenzó a llenar el río Cauca con Estela y los otros barequeros dentro de él.
Solo con la vista, ella y su hijo no podían saber que el agua estaba subiendo. “Comenzamos a poner palitos en la orilla, como testigos. A los 10 minutos el agua los hacía flotar”, dice.
Incluso un movimiento tan violento como el llenado del cañón que contiene el Cauca no era visible ante la inmensidad de la montaña. Solo podía comprobarse dejando una señal que marcara el paso del tiempo.
Los barequeros como Estela saben de señales. Su trabajo consiste en leer las marcas de las orillas para encontrar el oro que está debajo. Barequear es, sobre todo, ser consciente del fondo del río. Y eso es justo lo que se pierde con las represas: el fondo, sepultado por el agua que llena el embalse, o atrapado en el muro de la presa, que retiene los sedimentos y deja que el río siga corriendo sin lo que llevaba adentro.
“Los sedimentos cargan los nutrientes, los alimentos para la vida que depende del río. Cargan la misma vida del río. Si uno se los quita, la dinámica se descompone”, dice Jorge Alberto Escobar, experto en mecánica de fluidos y encargado del estudio de la Universidad Javeriana sobre el impacto de la represa en el agua del Cauca.
Embalse de Hidroituango. Foto: Santiago Rodríguez
Junto a los sedimentos, en la represa también quedaron sumergidos los sitios a los que los barequeros les habían puesto nombre: la piedra de la ahogada, el puente Pescadero, el Asomadero. “Allá bautizábamos todo. Los caminos, las piedras, las curvas del río”, dice Estela.
Lo que ahogó el Cauca fue, también, el alfabeto que habían creado para nombrarlo.
Estela y su hijo huyeron del río por cinco días hasta que los arrinconó contra la montaña. Allí fueron rescatados por lanchas de EPM, pero antes de subirse guardaron en las montañas las cosas que habían rescatado para volver por ellas cuando bajara el agua. Pocas horas después el agua también las sumergió, junto con todos los nombres.
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Hace 30 años, cuando Acened Higuita tenía 15, su vereda se desprendió de la montaña una madrugada. Ella y sus vecinos huyeron del derrumbe, pero la vereda Llanada, en Peque, quedó deshabitada.
Acened dice que no fue un desastre natural. “Fue culpa de la erosión, porque cortamos muchos árboles. Llegó el día en el que la montaña se cansó y dijo: si ustedes no me cuidan, yo tampoco los voy a cuidar”. Reconstruyeron la vereda del otro lado de la montaña y la nombraron Nueva Llanada, “para que no desapareciera del todo”. Estamos allí, río arriba de la represa, en la casa de Acened, en el punto más alto antes de comenzar el descenso al río.
A esa altura, el paisaje se observa como visto desde un mapa. Basta con señalar con el dedo para nombrar los municipios que tiene alrededor: Sabanalarga, Toledo, Briceño e Ituango.
Desde allí, en mayo de 2018, Acened vio como el Cauca se convertía en una represa. El cauce, que apenas se adivinaba por las curvas del cañón, comenzó a subir. Luego se quedó quieto, dejó de correr, y fue cambiando de color marrón a verde.
Bernardo, su esposo, con quien pasaba temporadas viviendo en la ribera, dice que las pocas veces en las que ha vuelto al río no ha reconocido a los peces. “Antes uno pescaba bocachico, dorada, bagre, barbudo. Ahora hay unos que uno no sabe ni cómo se llaman”.
“La vida que hay en el agua depende de cómo se mueve ese agua”, dice Jorge Escobar. En un embalse, con el cauce detenido, habitan peces distintos a los de un río común.
El monitoreo de fauna que hace la Universidad de Antioquia, en convenio con EPM, ha identificado 42 especies en el embalse y 108 abajo de la presa. De estas solo algunas coinciden arriba y abajo del muro. Otras, como el bocachico y las doradas, que subían desde la desembocadura del Magdalena, nadando contra la corriente del Cauca, están quedando detenidas en la represa.
A diferencia de Bernardo, Acened no volvió al río desde que se inundó. “Los primeros días mucha gente iba por curiosidad. Yo no. Me daría nostalgia no encontrar ninguno de los sitios en los que vivíamos”.
En sus temporadas en el Cauca estaban acostumbrados a desarmar sus ranchos de madera y plástico, y reconstruirlos en otra orilla donde hubiera oro: “Los barequeros cargamos con la casa al hombro”, dice. Parece desprendimiento, pero es lo contrario: es llevar, siempre, el hogar a cuestas.
Acened le enseñó a barequear a todas sus hijas menos a una: Mariángel, de 3 años, una nieta que ha criado en su casa y que nació cuando el Cauca ya era una represa.
“No conoció vivo al río”, dice. Luego imagina qué pasará cuando se acabe la vida útil de Hidroituango, en unos 50 años. “Entonces yo no voy a estar, pero va a estar ella”. Se queda mirándola un momento y agrega: “Le va a tocar vivir cosas que ni siquiera eligió”.
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Angélica Mazo, líder de Comunidades Setaa en Briceño. Foto: Santiago Rodríguez
La última vez que Angélica Mazo bajó al río, antes de la inundación, no sacó ni un gramo de oro. Se dedicó a recoger de la orilla semillas, piedras y caracoles, “esas casitas abandonadas al lado del agua”.
Luego las subió por la montaña hasta su casa en la vereda El Orejón, en Briceño. Durante el camino, sintió el peso y dudó. “¿Yo por qué estoy cargando todo esto?”. Pero se convenció de llevarlo hasta la cima.
En su casa armó un altar con los objetos que rescató del río. Los ordenó en una estantería en el salón principal. En el centro puso dos semillas en forma de corazón.
“Las encontré entre los caracoles. Nunca las he sembrado. ¿Qué tal que las entierre, crezcan y me quede sin mi corazón?”.
Bajo el embalse quedaron semillas, flores, frutos, árboles —1.839 hectáreas de bosque seco tropical—; puertas, techos, muros, veredas enteras, animales —los caracoles que como los barequeros llevaban su casa al hombro—; el puente Pescadero, la piedra de la Ahogada, el Asomadero, cada rincón nombrado, y el polvo de oro en el fondo del río.
Salvo los objetos de la estantería de Estela, no hay muchas señales de todo aquello que está sumergido. En ese sentido, el embalse se parece al pasado: ese inventario al que no tenemos acceso, del que no siempre hay evidencia, pero que sabemos que está ahí, abajo.
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Después de despedirme de Acened, bajo al Cauca en un viaje de tres horas en mula desde su casa. Adelante va Junior, que vive cerca y hace de guía. Mientras más descendemos, menos clara es la trocha, que comienza a confundirse con la maleza. Han pasado solo tres años desde la inundación, pero el camino al río ya es casi un camino abandonado.
Junior tiene que volver a abrirlo con un machete. A la derecha, a la otra orilla del embalse, pueden verse los trozos de montaña que están cediendo por la erosión. El agua represada, que oculta lo que hay en el fondo, a la vez expone la tierra, la debilita por debajo y hace que se desprenda.
Abajo, en la ribera, el agua está estática, no emite ningún sonido. Después del llenado, el Cauca se volvió en esa zona como un lago navegable, por el que los pescadores transportan informalmente civiles y, a veces, a grupos armados que los obligan a llevarlos: disidencias de la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Común (Farc) que retomaron las armas, y miembros el Clan del Golfo, un grupo residual de los paramilitares, que se disputan la zona.
Bajamos durante otros diez minutos hasta la orilla. Allí, ocultos tras la maleza, hay dos carteles de EPM. El primero, en voz de la empresa, dice: “Propiedad privada: aguas no aptas para actividades acuáticas y pesca”. El segundo, en voz del río, dice: “Cuidado. Soy el río Cauca y mis aguas podrían afectar tu salud”.
«Este reportaje es parte del proyecto ‘Defensoras del territorio’ de Climate Tracker y FES Transformación».
Compartimos nota de prensa publicada en el Chiapas Paralelo el día de hoy. Seguimos en la campaña de recolección de firmas para adherirse a la Declaración por los Derechos de los Ríos y los Pueblos, para sumarse puede entrar en estos links:
Pueblos piden transición energética justa y respetuosa alejado de las corporaciones
Declaración por los Derechos de los Ríos y los Pueblos. Cortesía: Otros Mundos A. C.
*Enfatizaron que, no hay evidencia científica de la supuesta condición “sostenible” de las represas.
*La Red Latinoamericana de Afectadas/os por las Represas y en Defensa de los Ríos, sus Comunidades y el Agua, invitaron a los pueblos, movimientos y organizaciones sociales defensoras de la vida a sumarse a la “Movida global por los ríos y los pueblos”.
Movimientos, colectivos y organizaciones* en la defensa de ríos y pueblos, declararon en el marco del Congreso Mundial de Energía Hidroeléctrica realizado por la Asociación Internacional de Energía Hidroeléctrica (IHA) que, gobiernos y empresas buscan fortalecer sus inversiones nacionales y transnacionales a través de la hidroelectricidad, argumentan que es energía “verde, sustentable, limpia y socialmente responsable”.
Señalaron que, las hidroeléctricas provocan deforestación, alteración irreparable de los ecosistemas de los ríos, muerte de la fauna incluidos los peces, que son alimento para los pueblos, pérdida de biodiversidad, manglares y acuíferos, como la explotación indiscriminada, mercantilización y privatización del agua.
Aunado a ello, el desplazamiento forzado y violento de muchos pueblos del mundo que se quedaron sin agua para tomar, pescar y cultivar, además sus culturas y tejido social son destruidos.
Un informe de la IEA indica que la energía hidráulica tiene un papel clave en la consecución de los objetivos climáticos para 2050. Cortesía: Smart Grid
Las y los defensores indicaron que, muchas de las víctimas son los pueblos indígenas originarios, cuyos ríos y territorios son un botín para las corporaciones, asimismo, las represas provocan persecución, intimidación y asesinatos, como es el caso de Berta Cáceres, ocurrido el 02 de marzo de 2016 en Honduras.
Las represas también desatan una galopante corrupción y tráfico de influencias, que en muchos casos terminan en conflictos internacionales, expusieron los movimientos, colectivos y organizaciones.
Añadieron que la tecnología de las represas no favorece a la naturaleza, ni genera bienestar humano, pues su aporte al calentamiento global es indudable, ya que se basan en un modelo extractivo y de explotación ilimitada en los ecosistemas, esto acentúa las sequías e inundaciones, poniendo a millones de personas en riesgo permanente.
Por ello, desde los pueblos llamaron a una transición energética justa y respetuosa, que revise las condiciones e impactos de cada una de las tecnologías y tenga como prioridad el respeto de los derechos de la gente y los ríos.
Ninguna fuente energética será sustentable mientras se destruya la Madre Tierra, se privaticen los bienes comunes y se concentre la riqueza despojando a los pueblos, acaparando gigantescos territorios y violentando los derechos de la naturaleza, y en especial los derechos de los ríos, indicaron los movimientos, colectivos y organizaciones.
Movida Global por los Ríos y Pueblos
Invitación a los y las defensoras de los ríos del planeta a la Movida Global Por los Ríos y Pueblos. Cortesía: REDLAR
La Red Latinoamericana contra Represas y por los Ríos, sus Comunidades y el Agua (REDLAR) invitó a las y los defensoras de los ríos del planeta a la Movida Global por los Ríos y Pueblos, debido a que la IHA, organizó el Congreso Mundial de Energía Hidroeléctrica.
Dicho evento se realizará del 7 al 24 de septiembre de 2021, en Costa Rica, país exhibido como ejemplo exitoso de energía “limpia y sostenible”, idea que se repite en su proyecto de Declaración de San José.
En respuesta al Congreso de la IHA, organizaciones en Costa Rica en coordinación con movimientos socioambientales y ecologistas de todos los continentes llevaran a cabo el Movimiento Global con el objetivo de crear un espacio alternativo de discusión y movilización en defensa de los ríos y los pueblos del planeta.
REDLAR señaló que, el Movimiento Global incluye las siguientes acciones para antes y después del Congreso: cada país generará un “Pronunciamiento nacional” ante las hidroeléctricas, estos serán reunidos en un compendio que compartirán con todos y todas.
Con base en la “Declaración Ríos Saludables para una Recuperación Justa y Verde”, esperan opiniones sobre: una moratoria global de nuevas hidroeléctricas, aumento de la inversión en energías renovables y almacenamiento de energía, nueva matriz energética y generación distribuida de manera democrática, y salvaguarda de áreas vulnerables y reconocimiento jurídico de derechos de los ríos.
Asimismo, la Red pidió a las y los participantes compartir su experiencia ante las hidroeléctricas en foros virtuales Inter países, también pueden hacer su pronunciamiento en audios y videos.
IHA viola los Derechos de los Ríos
Realizaron una acción pacífica en el pinteo de postes y muros para rechazar la construcción de más represas en Chiapas. Cortesía: Abejas de Acteal.
Otros Mundos A. C. y Amigos de la Tierra México dieron a conocer que, millones de personas en el mundo han sido despojados de sus viviendas y medios de vida por la construcción de las represas.
Al mismo tiempo, mencionaron que defensoras y defensores de los ríos, comunidades, agua, y ecosistemas, les ha arrebatado la vida en busca del supuesto desarrollo que conlleva la devastación, inundaciones, apropiación de territorios indígenas y campesinos, pérdida de bosques y biodiversidad.
Pese a todo ello, la IHA convocó al Congreso Mundial de Energía Hidroeléctrica, donde pretende consolidar el discurso y políticas que favorezca la construcción de más represas, un negocio lleno de corrupción, bajo el argumento de que las represas son energía limpia, verde, sustentable, ecológica y con empresas constructoras “socialmente responsables”.
Sin embargo, indicaron que el agua de los ríos como fuente renovable no se hace sustentable con la tecnología del modelo extractivo que se le impone, en la actualidad las represas y su fuente de energía cada vez más intermitentes por el calentamiento global, son insustentables.
Los pueblos levantan su voz para manifestarse contra este modelo extractivo que viola los Derechos de la Naturaleza y en especial los Derechos de los Ríos, y evitar que sean intervenidos con el fin de mantenerlos vivos para darle vida al planeta, dijo Otros Mundos A. C. y Amigos de la Tierra México.
Es así como se suman a la llamada “Movida Global por los Ríos y los Pueblos” para exigir un alto a la construcción de las represas, muerte de los ríos y del planeta, e impulsar otras formas de vida con modelos de energías desde los pueblos, donde los Derechos de los Ríos y a la Vida están por encima de los intereses particulares y de lucro de las grandes corporaciones constructoras de represas.
*Movimientos, colectivos y organizaciones:
-Red Latinoamericana de Afectadas/os por las Represas y en Defensa de los Ríos, sus Comunidades y el Agua -Federación Ecologista Costarricense -Otros Mundos Chiapas -Asociación Proyectos alternativos -Amigos de la Tierra Costa Rica Ríos Libres-Costa Rica -Ríos libres Turrialba-Costa Rica -Mesa provincial Misiones-Argentina -Grupo ecologista Cuña Pirú
En los últimos 200 años la inadecuada actividad humana como la sobrepesca, la deforestación, la introducción de especies no autóctonas, el desarrollo fluvial, la contaminación del agua y el cambio climático global amenazan los sistemas fluviales en el mundo.
Por Prof. Norberto Ovando*
Los cuerpos de agua superficial son el eje de desarrollo de los seres humanos que permiten el abastecimiento para las diferentes actividades socioeconómicas llevadas a cabo en los asentamientos poblacionales. No obstante, muchas de estas actividades causan su alteración y deterioro. El deterioro en la calidad del agua supone un grave problema ambiental, económico y social a nivel mundial.
Las represas, la canalización artificial, la extracción de áridos o encauzamientos, son algunos de los ejemplos que no solo alteran el flujo natural del que se nutren las poblaciones, los animales y plantas, sino que destruyen los hábitats y a la fauna acuática y ribereña.
Se sabe poco sobre la escala y la magnitud global de los impactos humanos en las aguas dulces. Para abordar esta cuestión Guohuan Su, del Laboratoire Evolution et Diversité Biologique (EDB), en Toulouse, junto a un equipo de investigadores de varias instituciones de Francia y China, en su artículo publicado en la revista Science han descripto que el 53% de las cuencas fluviales del mundo, que cubren el 40% de la superficie del planeta, han sufrido marcados cambios en la biodiversidad, especialmente en las regiones templadas.
En total, recopilaron datos sobre 2.456 cuencas aseverando que los humanos han producido un gran impacto en ríos, arroyos y otros cuerpos de agua, particularmente desde el comienzo de la revolución industrial, una época en la que las fábricas comenzaron a arrojar desechos en las vías fluviales.
La contaminación del agua provocada por los desechos de aguas residuales de origen doméstico y de las actividades agrícolas y pecuarias crea más desigualdad. Los más afectados son los pobres de las zonas rurales de los países en desarrollo porque son los que más usan el agua de los ríos y arroyos para beber, para bañarse, lavar ropa o cocinar. En América Latina 25 millones de personas podrían contraer alguna enfermedad que ponga en riesgo su vida, como cólera, tifoidea, hepatitis, polio o diarrea, como consecuencia de la contaminación acuática.
Nos preguntamos ¿Es posible revertir la contaminación en los ríos? Sí, es posible pero se necesita la participación de todos los sectores. Se precisa de la conciencia de la sociedad civil, mecanismos gubernamentales locales y regionales, así como mayores inversiones.
Ríos en riesgos
La WWF señala que los árboles cumplen una función reguladora del agua, por lo tanto, si los bosques aledaños a los ríos desaparecen, estas fuentes hídricas también se ven afectadas y poco a poco van disminuyendo su caudal y tienden a secarse.
Varios ríos a nivel mundial están empezando a padecer síntomas del “síndrome de los ríos vacíos”, es decir, ríos en los que circula el agua y aparentemente todo funciona bien, pero en los cuales no hay peces, o su cantidad está muy disminuida.
La contaminación invisible de los ríos debido a actividades extractivas como la minería, derivada de la extracción del oro con mercurio es muy grave, pues además de que afecta la calidad del agua, es consumido por las especies que dependen de estas fuentes hídricas, incluyendo los seres humanos, lo que acarrea graves problemas en la salud relacionadas con el sistema nervioso central y el periférico, según la Organización Mundial de la Salud.
La contaminación biológica se debe a la presencia de especies introducidas como peces, crustáceos y caracoles entre otras, en ríos y ecosistemas que no sean su hábitat natural, son una amenaza latente para el equilibrio ecológico de los ríos y las especies que lo habitan.
Las obras de infraestructura como las represas y presas hidroeléctricas afectan drásticamente el caudal de los ríos, limitan los procesos naturales de reproducción, desove y alimentación de los peces y algunos mamíferos que se alimentan y se reproducen en sus orillas. Las poblaciones de peces migratorios de agua dulce en el mundo disminuyeron aproximadamente un 76%, y en América Latina la cifra asciende al 84%, según informe de la Fundación Mundial de Migración de Peces y la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL) publicado en julio de 2020.
Impactos
El cambio climático impactará los ecosistemas de agua dulce -incluyendo los ríos-cambiando la cantidad, calidad y tiempo de los suministros de agua, debido a varios factores como la estacionalidad e intensidad de la lluvia, las temperaturas más altas del aire y el agua, y los cambios en la recarga de aguas subterráneas, entre otros factores.
La construcción de represas que interrumpen el flujo normal del río, hasta la deforestación, ha hecho que estos ríos sean uno de los ecosistemas más amenazados de nuestra región y nos provoque grandes perjuicios como por ejemplo:
El río Iguazú es un río del sur de Brasil y del nordeste de la Argentina. Nace en la Serra do Mar, en el estado de Paraná y desemboca en el río Paraná. El área identificada se ubica en la subregión ecológica de las Selva Paranaense, que ha sufrido la deforestación y tala inmoderada de la selva afectando el clima del área.
En su curso dentro del territorio brasilero se construyeron seis represas hidroeléctricas, Foz de Areia, Salto Segredo, Salto Santiago, Salto Osorio, Salto Caxias y Baixo Iguaçu, que cuando falta la lluvia cierran las compuertas para retenerla provocando diversos problemas en Argentina como: se “secaron” las cataratas del Iguazú; dos ciudades de Misiones se quedaron sin agua potable; los ríos Iguazú, Paraná y Uruguay llegaron a sus niveles más bajos de los últimos 90 años, provocando la mortandad de miles de peces y otras especies.
En su curso el río cuenta con numerosos saltos, entre los cuales, se encuentran las Cataratas del Iguazú, dentro del Parque Nacional Iguazú, Patrimonio Mundial Natural, categorizado según la UNESCO como de Alta preocupación por los impactos externos producidos por la deforestación y el mal manejo de la cuenca alta del río, entro otros.
Las represas afectan las relaciones dentro y fuera de las naciones; entre poblaciones rurales y urbanas; entre intereses río arriba y río abajo de las represas; entre los sectores agrícolas, industrial y doméstico; y entre las necesidades humanas y los requerimientos de un medio ambiente sano.
Como segundo ejemplo son evidentes los impactos reales y potenciales de la minería sobre importantes fuentes de agua, tanto en términos cualitativos como cuantitativos. Existen impactos graves en la salud humana y la productividad de los ecosistemas debido a la contaminación del agua con cianuro, metales pesados y materiales suspendidos; como también la reducción en la cantidad de agua disponible, lo que genera competencia y conflictos con otros usuarios del agua. Esta situación afecta a una variedad de ecosistemas, incluidos los glaciares y lagos glaciares, ríos y arroyos, lagunas naturales, y acuíferos subterráneos. Una preocupación en particular para la población rural es el impacto de las actividades mineras en los nacimientos de agua y quebradas que alimentan los acueductos locales.
Conclusión
Decía Miguel de Unamuno que “los ríos son el alma del paisaje”.
Los ríos son un patrimonio de naturaleza que, más allá de desempeñar unas funciones naturales y proporcionarnos agua, son también un bien de interés común y un activo ecosocial.
La tendencia a restaurar los ríos se está dando en muchos países.
Es urgente la protección de la biodiversidad de los cursos de agua ya impactados por las actividades humanas.
Debemos garantizar abastecimientos seguros y saludables pero también debemos compartir el agua con el ecosistema y, por eso, es preciso establecer medidas para el cumplimiento de los regímenes de caudales ecológicos.
Apostando por la protección del medio hídrico podremos construir un futuro más sostenible, para nosotros y para las generaciones venideras, donde los ríos sigan siendo lo que siempre han sido, ríos.
* Presidente / Asociación Amigos de los Parques Nacionales (AAPN)
Experto Comisiones Mundial de Áreas Protegidas (WCPA) y,
Educación y Comunicación (CEC)
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN)
Fue en el año 2016 cuando sujetos armados irrumpieron en casa de la hondureña Berta Cáceres y la asesinaron a balazos. En ese entonces, la defensora y activista indígena Lenca tenía una trayectoria de más de 20 años luchando y protegiendo a su pueblo y su territorio. Era reconocida mundialmente por organizar campañas eficaces contra megaproyectos que violaban los derechos ambientales y de comunidades indígenas.
Berta Cáceres enfrentó (muchas veces ganando) a madereros ilegales, corporaciones multinacionales y proyectos de represas que cortaban el suministro de agua a comunidades indígenas. Su última batalla, antes de ser silenciada, fue contra Desa (Desarrollos Energéticos SA), empresa que construía la represa hidroeléctrica de Agua Zarca en el Río Gualcarque. De acuerdo con el Tribunal Penal Nacional de Honduras, Berta Cáceres fue asesinada en su casa por 7 hombres contratados por ejecutivos de Desa.
A la activista la mataron por no estar acorde a la concepción de desarrollo que tenían aquellos empresarios, que según su intención, era “mejorar la calidad de vida de las comunidades”. Berta perdió la vida y el proyecto quedó suspendido, pero, ¿valió la pena el sacrificio?, ¿Qué son y para qué sirven las represas? son algunas de las incógnitas que surgen ante los hechos.
Las represas son construcciones de tierra, cemento o roca que se colocan en los ríos para interrumpir su flujo natural y así generar un lago artificial que se llama embalse. Esta agua que queda en el embalse, puede ser utilizada para irrigación, evitar inundaciones o para generar electricidad. Sin embargo, a pesar de sus beneficios, los impactos negativos suelen ser más que los positivos.
La Comisión Mundial de Represas (CMR) integrada por empresarios, gobiernos, investigadores y sociedad civil, demuestran que las represas han impactado severamente en diversos ecosistemas y, a nivel social, su impacto también es grave ya que se estima que alrededor del mundo el desarrollo de grandes represas ha provocado el desplazamiento de entre 40 a 80 millones de personas de sus hogares (véase en https://dar.org.pe/archivos/publicacion/acuerdo_energetico_peru_brasil.pdf). Aunado a los daños ambientales que las represas provocan por sí mismas, se agrega el impacto del humano en el terreno de construcción: caminos de acceso, campamentos de construcción, líneas de electricidad entre otras actividades industriales.
La CMR menciona que los impactos ambientales siempre son negativos y en muchas ocasiones tiene como resultado la pérdida de especies y ecosistemas, es decir, cambios ambientales irreversibles. Asimismo, los embalses construidos producen gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Empero, el desplazamiento de personas es el efecto más común e inmediato.
En Perú, se han tomado cartas sobre el asunto, debido al Acuerdo Energético entre Perú y Brasil. Este consiste en construir centrales hidroeléctricas en territorio peruano para exportar energía eléctrica a Brasil por 30 años. Sin embargo, existe preocupación por parte de la población peruana, ya que no saben con exactitud si las hidroeléctricas puedan generar la energía suficiente para ambos países y, lo más importante, no están seguros sobre la pertinencia de construir un proyecto de tal magnitud en la amazonía peruana, porque sin lugar a dudas tendría un efecto negativo e irreversible en los ecosistemas de la región.
El río Inambari sería uno de los lugares en donde se construiría la hidroeléctrica que se conectaría a Brasil. De ser así, traería consigo impactos socioeconómicos como el desplazamiento de las poblaciones que habitan el lugar donde se va a construir la represa e impactos ambientales debido a que la vegetación y animales pequeños que habitan el lugar quedarían bajo el agua y también habría desplazamiento y extinción de especies endémicas.
El cañón de Pakitzapango es otra zona en donde se pretende construir otra represa cuyo embalse inundaría territorios ancestrales de comunidades nativas Ashaninkas que se asientan en la cuenca del río Ene. Tal situación, ha provocado descontento a nivel nacional e internacional porque no se toman en cuenta los Derechos de los Pueblos Indígenas. Además, el proyecto no cuenta con un estudio de pre-factibilidad, lo cual podría resultar en una catástrofe.
Así como el caso del río Inambari, la construcción de esta hidroeléctrica en el cañón de Pakitzapango traería consigo un desplazamiento forzado de comunidades Ashaninkas afectando directamente en su cultura y tradiciones, las cuales están estrechamente ligadas a aquel territorio. Asimismo, el impacto ambiental no sería mínimo, pues se habla de la deforestación de 30 mil hectáreas de bosque. “¿Por qué siempre los mismos debemos de pagar los costos del progreso?” se cuestiona Ruth Buendía, Presidenta de la Central de Ashaninka del Río Ene (CARE). “Nos han tratado siempre como peruanos de segunda y nos piden sacrificios de primera” continúa.
Por lo anterior, La Comisión Mundial de Represas, recomienda reducir la demanda de energía e invita a incentivar el uso eficiente de la misma, para que con ello queden cancelados proyectos que tengan un impacto negativo en el medio ambiente y se promuevan opciones alternativas como centrales hidroeléctricas pequeñas que no necesitan represas, o bien, fuentes producción de energía eólica, solar y geotérmica.
Ejemplo de lo anterior es Uruguay, pues en los últimos años transformó su matriz eléctrica. El 97% de la electricidad de este país se genera a partir de fuentes renovables, y si bien la mayor parte es hidroeléctrica, tan sólo en 2018 el 38% de la electricidad generada fue eólica y la demás energía se generó mediante biomasa y energía solar.
Si se sigue el ejemplo de Uruguay, también se pueden evitar catástrofes como sucedió con la represa de Hidroituango en Colombia, que puso en riesgo a miles de personas que corrieron el riesgo de quedar bajo el agua, o bien, como pasó en Brasil con la ruptura de la presa Brumadinho en el año 2019 y que dejó decenas de muertos y centenas de desaparecidos. Casos así hay en todas partes, pues según datos de la Comisión Internacional de Grandes Represas (ICOLD, por su siglas en inglés), advierte que hay 59,071 represas en todo el mundo, sin sumar las próximas a construirse.
En México, el Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, informó que revisará el proyecto de la represa Zapotillo – Acueducto Zapotillo León, el cual tiene como objetivo principal llevar agua a la Ciudad de León, Guanajuato y Guadalajara. Sin embargo, especialistas nacionales, investigadores y pobladores denuncian que el verdadero objetivo es llevar agua a las grandes empresas asentadas en Guanajuato. Además de que se corre el riesgo de inundar a tres pueblos y se corre el riesgo de perder 6 mil hectáreas de tierras cultivables.
Andrés Manuel López Obrador dijo el lunes 12 de abril en su conferencia mañanera: «¿Cómo no va a ser energía limpia la que se produce en las hidroeléctricas? Es lo más limpio y lo más barato, nada más que las tenían paradas». Sin embargo, estudios exhaustivos e imparciales basados en evidencia científica aclaran que las presas no son energía limpia.
Muchas veces la energía hidroeléctrica es considerada una tecnología «amigable con el ambiente»; sin embargo, los estudios científicos indican que la descomposición de la materia orgánica de los embalses produce cantidades significativas de gases de efecto invernadero: dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. El impacto de los embalses tropicales puede ser mucho más alto incluso comparado con las plantas más contaminantes de combustibles fósiles.
Basta conocer el aporte de las presas al calentamiento global.
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El dióxido de carbono (CO2) se forma por la descomposición del carbono orgánico presente en el embalse. Las principales fuentes de este carbono son la vegetación y los suelos inundados al llenarse el embalse por primera vez, la materia orgánica transportada por el río (proveniente de ecosistemas naturales, granjas o aguas residuales de las ciudades), el plancton y las plantas acuáticas que crecen y mueren en el embalse, y la vegetación que crece en el suelo temporalmente expuesto durante periodos en los que el embalse se encuentra con poca agua.
Los embalses absorben CO2 atmosférico mediante el proceso de fotosíntesis de las plantas acuáticas y el plancton, lo que en ocasiones puede superar las emisiones de CO2.
El metano (CH4), un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el CO2, está formado por bacterias que descomponen la materia orgánica de aguas con bajo contenido de oxígeno y de los sedimentos presentes en el fondo del embalse.
La capa de agua que se encuentra en la parte más profunda de los embalses tropicales tiene cantidades reducidas de oxígeno.
Una porción del metano se oxida convirtiéndose en CO2 al subir a la superficie del embalse.
Los embalses tropicales con poca cantidad de agua en los que las burbujas tienen menos tiempo para oxidarse tienden a aportar las más altas emisiones de metano.
Nuevas investigaciones sugieren que la producción de metano podría ser mayor en los pequeños embalses de zonas templadas.
El óxido nitroso (N2O) es un potente gas de efecto invernadero formado por la ruptura bacteriana del nitrógeno.
Se han realizado sólo algunas mediciones cuantificando los flujos de óxido nitroso en los embalses.
Se descubrió que las emisiones eran inferiores en las regiones boreales, pero significativas en los embalses tropicales.
Debido a que el N2O es casi 300 veces más potente que el CO2 se necesitan más estudios para una mejor cuantificación de estas emisiones.
El movimiento internacional de afectados por las presas y en defensa de los ríos lleva décadas analizando el impacto de las presas sobre el planeta, y la conclusión es, en resumen, que las presas no son energía limpia, contrario a lo que ahora afirma el presidente de México.
International Rivers, que es una de las organizaciones internacionales con más experiencia en defensa de los ríos, publicó un importante avance de estas investigaciones el 1 de enero del 2008 en su documento «Represas Sucias: Las represas y las emisiones de efecto invernadero».
En él llega a la siguiente conclusión: Aunque hace más de una década que se realiza investigación científica seria en relación a las emisiones de gases invernadero en los embalses, la creencia de que la energía hidroeléctrica es amigable con el clima continúa siendo compartida entre los encargados de la política climática.
Esto se debe en parte a que la ciencia es compleja y está sujeta a numerosas incertidumbres.
Los impulsores de la industria hidroeléctrica han explotado estas incertidumbres, tanto como los detractores del cambio climático han explotado las incertidumbres en la ciencia del clima en su conjunto, y las utilizan para presionar a los responsables de las decisiones para que no tomen con seriedad las emisiones de los embalses.
«La Asociación Internacional de Energía Hidroeléctrica acaba de lanzar un importante estudio sobre los gases de efecto invernadero y los embalses, y presiona al Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y al Mecanismo de Desarrollo Limpio de la ONU para que acepten sus conclusiones».
The usual avenues for addressing and adapting to climate change–like protecting forests and ramping up clean energy sources–typically overlook one powerful solution: rivers.
Rivers and their floodplains have the potential to act as shock absorbers to climate change, and are powerful agents for keeping wildlife and communities healthy and resilient.
The most effective climate action plans will account for this and incorporate rivers into their plans for a climate-resilient future, argues Michele Thieme, a freshwater scientist at World Wildlife Fund.
This post is a commentary. The views expressed are those of the author, not necessarily Mongabay.
This past December marked the 5th anniversary of the landmark Paris Agreement. Soon after, the Biden Administration rejoined the Paris Agreement as one of their first actions in office. And in January, the Climate Adaptation Summit once again convened global leaders and local stakeholders to accelerate adaptation action.
As these milestones reinvigorate a call to action for our politicians and business leaders to act on climate and “ramp up climate ambition,” all eyes inevitably turn to the usual avenues for addressing and adapting to climate change: forests, clean energy and waving goodbye to our toxic relationship with fossil fuels. And while mitigation efforts continue to dominate the conversation, adaptation is ever-increasing in importance in global discussions as extreme weather and its impacts worsen around the world and countries work to build stronger national commitments.
Funding, policies and actions supporting adaptation, especially nature-based solutions, however, remain weak. They overlook a powerful resource in the fight to adapt to a changing climate: rivers.
We are seeing the climate crisis manifest through water. Droughts and floods are increasing in frequency and severity from the Mekong River to the arid Rio Grande, from the plains of Africa to the world’s largest tropical wetland, South America’s Pantanal.
Rivers and their floodplains have the potential to act as shock absorbers to climate change. But maximizing their ability to do so requires strategic interventions that keep their natural features intact or incorporate green and grey infrastructure that allow natural processes to occur. Governments and business leaders must prioritize climate adaptation actions that include rivers as part of the toolbox of nature-based solutions for solving the climate crisis.
Rivers: Unsung heroes of climate adaptation
Rivers are powerful agents for keeping wildlife and communities healthy and resilient. Their natural functions provide life-giving resources and, critically for sinking deltas around the world, protect coastal areas against rising sea levels. Let’s dive deeper on a few of these functions:
Sediment flow: Rivers carry sediment all the way to the ocean where, over time, the deposited sediment accumulates to build a delta. Deltas that are starved of natural sediment flows are at risk of being inundated by rising seas. The natural flows also provide sediments to reinforce riverbanks and deliver nutrients to fertile agricultural lands and mangrove forests along the floodplains and a river’s edge. Infrastructure, such as dams, blocks the flow of sediment, one of the causes of sinking and shrinking deltas.For example, over 100 billion tons of sediment is now stored behind upstream dams, greatly reducing sediment flows to coasts around the world. According to a recent study, at least 25 million people live in sediment-starved deltas and thus are vulnerable to increased coastal flooding and inundation.
Flood risk reduction: Floodplains and wetlands along rivers are like sponges, providing a buffer for the rising and swelling of rivers, especially during flooding events. As climate change exacerbates floods, it is more important than ever that we protect and restore floodplains and wetlands. Without action, the costs to society are potentially enormous. For example, coastal flooding alone could cost up to $1 trillion per year in damages by 2050 in coastal cities if no adaptation action is taken. Restoring floodplains and coastal wetlands, along with other interventions, is a critical preventative measure against such losses.
Food and water security: River systems are among the most biologically diverse and productive ecosystems on the planet. Early civilizations flocked to rivers for their ability to support fertile agricultural lands, clean drinking water, and protein such as fish. This holds true today. River fisheries and those from other inland wetlands provide a source of protein for hundreds of millions of people As communities become increasingly stressed by climate change, it is more important than ever to protect the basic needs that rivers provide.
See related: Review all of Mongabay’s features on solutions to challenges like climate change here.
Current state of affairs
When rivers are able to flow naturally and are not impeded by infrastructure, like dams, we call these “free-flowing” rivers. They are vital to supplying climate adaptation services, but increasingly, human activities are severing rivers. This decline in river health is sounding alarms to freshwater scientists everywhere:
Species decline: Populations of freshwater species have experienced a staggering 84% decline since 1970
Dams and infrastructure: There are roughly 60,000 large dams around the world, with over 3,700 more hydropower dams currently planned or under construction.
Rivers and their floodplains lose the ability to buffer against floods and to deliver needed sediments to downstream deltas as they are fragmented. The Mekong River illustrates a harsh reality communities face when infrastructure is poorly planned.
The Mekong Delta is currently shrinking and sinking, having lost about 500 hectares of land in the decade leading up to 2012. While sea-level rise and groundwater extraction play a role, the immediate major causes of higher tides and salt intrusion in the delta are sand mining and trapping of sediments behind upstream dams.
Additional planned dams within the Mekong Basin will further exacerbate this problem, putting the tens of millions of people living in the delta at even greater risk for increased land loss, flooding and inundation.
In one hopeful measure, the Cambodian government has put a 10-year moratorium on any new dams on the main stem of the Mekong in Cambodia.
Countries from around the world and other members of the International Union for Conservation of Nature (IUCN) recently signed up to support the motion, ‘Protecting rivers and their associated ecosystems as corridors in a changing climate.’ This sets an important precedent for incorporating river protection into climate action policy.
There are a few other bright spots where governments and civil society are taking action to ensure that rivers and their floodplain and riparian zones can continue to act as corridors and buffers in a changing climate. One example is the recent action of the Colombian government to designate the entire free-flowing Bita River Basin as a Ramsar site, i.e. an internationally protected wetland. Another example is Mexico’s decrees for water reserves across nearly 300 basins that have effectively protected against over-extraction of water or blocking of river flows in some of the most intact basins of the country.
In Mongolia, the government has recently revised and approved 8.2 million hectares of water protection zones including riparian areas from mining and industrial development across seven provinces and is replicating this process in six additional provinces. In the U.S., the Wild & Scenic River designation has so far protected 13,413 miles of 226 rivers in 41 states. And this past autumn, U.S. environmental groups and the hydropower industry signed a joint statement to collaborate on river restoration and decarbonizing US electricity.
The burgeoning efforts to restore rivers began in the United States and have now spread to Europe, where the recent commitment of the European Union to dismantle dams and open up 25,000 km of rivers provides another compelling example. The “Room for the River” initiative of the Dutch government has taken measures at more than 30 locations along the Rhine, the Meuse, the Waal, and the Ijssel to give these rivers space to flood safely.
This progress is evidence that actions that allow rivers to act as corridors and buffers to build resilience in a changing climate are possible and that there is opportunity to replicate these wins.
A path forward
Humanity has always depended on the life-giving resources that rivers provide. As our global temperatures rise, people will be more dependent on rivers than ever before – both in terms of the benefits that they provide and the havoc they can bring if not well managed.
We cannot afford to continue to destroy one of our tools in the fight to adapt to climate change. Rivers need a seat at the table. The best-laid climate action plans will be those that account for the nature-based solutions rivers and floodplains provide in adapting to a changing climate. Business and policy leaders can incorporate rivers into their plans to support the flow towards a climate-resilient future.
When we think of climate solutions, let’s also think of rivers.
Michele Thieme is lead freshwater scientist at World Wildlife Fund (WWF).
Related listening from Mongabay’s podcast: Goldman Prize winner Ana Colovic Lesoska discusses the campaign to stop a dam-building spree in southern Europe, listen here: https://html5-player.libsyn.com/embed/episode/id/17901296/height/90/theme/custom/thumbnail/yes/direction/backward/render-playlist/no/custom-color/3e5014/time-start/00:28:52 Article published by Erik Hoffner
Compartimos este artículo de opinión publicado en La Jornada sobre la defensa de los ríos en Puebla- A 25 de enero de 2020
Por Francisco López Bárcenas
El 12 de enero pasado, el secretario del ayuntamiento del municipio de Ahuacatlán, ubicado en la Sierra Norte de Puebla y habitado mayoritariamente por comunidades del pueblo totonaco, a nombre del cabildo municipal, hizo público un acuerdo tomado el 7 de junio del año pasado, mediante el cual se revocó la autorización de cambio de uso de suelo, licencias de movimiento de tierras y construcción municipal, que desde septiembre de 2009 se habían otorgado a la empresa Deselec 1, S de RL de CV, para que llevara a cabo el proyecto hidroeléctrico Puebla 1 sobre el río Ajajalpan. La publicidad de dicho documento se hizo frente a integrantes de Consejo Regional Totonaco en defensa del territorio que le exigían cancelar esos permisos, pues la obra únicamente busca beneficiar a las empresas Walmart, Vips, Suburbia y Waldos y a ellos los perjudicaría profundamente en sus formas de vida.
Es importante analizar el documento revocatorio de los permisos mencionado. En un extenso texto de 12 cuartillas no sólo se asientan las razones del cabildo municipal para tomar esa decisión, sino también el proceso que lo llevó a ello. Dice, por ejemplo, que el 15 de noviembre de 2018 acordó integrar una Comisión Especial que investigara la situación de los permisos, ya que muchos ciudadanos protestaban por su otorgamiento. La comisión, integrada por diversos miembros del cabildo, revisó el expediente, realizó asambleas en las comunidades, consultó con varios vecinos en lo particular y a especialistas en la materia; así llegó a la conclusión que el otorgamiento de las citadas licencias violaban varios derechos de pueblos indígenas reconocidos en las leyes nacionales, lo mismo que en el sistema internacional de derechos humanos, pero sobre todo, en su otorgamiento se violaron las normas jurídicas a que debió sujetarse su otorgamiento.
En principio, no fueron extendidos por el cabildo municipal en su conjunto, sino por el regidor de Obras Públicas, Andrés Francisco Juan Covarrubias, hecho que en sí mismo convertía los permisos en documentos inválidos, pues tal servidor público municipal carecía de facultades legales para extenderlos, pero no sólo eso, los sellos y el logotipo del municipio utilizados para extender dichas concesiones no eran los que la administración municipal empleó para dejar constancia de sus actos en ese trienio. Estas burdas irregularidades cometidas por quien extendió los permisos sin tener facultades para hacerlo llevan a suponer a los integrantes de Consejo Regional Totonaco que el funcionario fue sobornado para hacerlo, lo cual, de resultar cierto, pone al descubierto las formas de actuar de las empresas interesadas en llevar a cabo la obra, aunque la gente afectada se oponga.
Junto con el permiso, el cabildo revocó el Convenio de Colaboración supuestamente celebrado en junio de 2015 entre la empresa y la comunidad de San Mateo Tlacotepec, en el que esta comunidad –también teóricamente– otorgó su consentimiento para la construcción de la presa hidroeléctrica sobre sus tierras, así como el establecimiento de unos –supuestos– beneficios compartidos, que no son otra cosa que cantidades de dinero que la comunidad recibiría por su anuencia a la obra: 4 mil 666 pesos 66 centavos mensuales mientras durara la construcción de la obra y 6 mil 250 pesos mensuales por los siguientes 25 años. Una bicoca. En este caso, el cabildo no encontró constancia alguna de que las personas que firmaron a nombre de San Mateo hubieran sido nombradas por la comunidad como sus representantes y el entonces presidente municipal participó como testigo de calidad y no como servidor público. Todo esto llevó al cabildo a la conclusión de que dicho convenio es leonino y a todas luces abusivo.
La publicidad de esta determinación del ayuntamiento de municipio de Ahuacatlán representa, sin duda alguna, un paso adelante del Consejo Regional Totonaco, en su lucha porque el afluente del río Ajajalpan siga libremente su cauce y los habitantes de las comunidades aledañas puedan continuar recreando su cultura, practicando una agricultura tradicional que les ha dado de comer por muchísimos años, cuidando la biodiversidad de la región y manteniendo un ambiente sano, hasta donde acciones ajenas a ellos se lo permiten. Es también un refrendo de la razón que asiste a quienes han sufrido desprestigio, agresiones y amenazas diversas por involucrarse en la defensa de las aguas del río y, sin que sea su objetivo, da luces al tribunal colegiado que actualmente revisa una sentencia de amparo que negó la protección de la justicia federal a los afectados que acudieron a estas instancias y no la obtuvieron porque, según el juez que la dictó, las cosas estuvieron bien hechas.
Proteger en forma permanente los ríos que aún fluyen libremente debe ser una pieza central en el plan de acción climático de cada país. Chile puede liderar el camino. Esta columna fue publicada en The New York Times.
Macarena Soler, Monti Aguirre y Juan Pablo Orrego
9 ene 2020
Los ríos de la Patagonia chilena bajan como cascadas desde las escarpadas montañas nevadas, ganando velocidad entre las rocas y cerros ondulantes, y llenando el ambiente de impresionantes tonalidades turquesas, azules y verdes. El Puelo. El Baker. El Pascua. El Futaleufú. Todos ellos son tan impresionantes y únicos como los paisajes que recorren. Pero estos ríos, como muchos otros en todo el mundo, se han visto amenazados por proyectos que quieren represar sus aguas para abastecer de electricidad a las ciudades y/o a operaciones mineras ubicadas a grandes distancias. Solo un tercio de los 177 ríos más importantes del mundo siguen fluyendo libremente, y solo 21 ríos que tienen más de 1.000 kilómetros de longitud mantienen una conexión directa con el mar.
Si queremos detener el cambio climático global, impedir la intoxicación de las fuentes de agua dulce y hacer lo necesario por todos aquellos que dependen de los ríos para sobrevivir, debemos devolver más ríos a su estado natural.
Por décadas, los ríos han sido un tema de conversación tardía en las discusiones globales sobre cambio climático, como las que recién concluyeron en Madrid este mes. De hecho, nuevas corrientes de financiamiento climático, como la Iniciativa de Bonos Climáticos, pronto estarán disponibles para proyectos hidroeléctricos a gran escala. Si bien las energías renovables y su financiamiento son parte importante de las soluciones climáticas, las represas hidroeléctricas NO son la solución.
La hidroelectricidad no es una tecnología limpia y verde, como se suele creer. Los ríos ayudan a regular un ciclo de carbono global cada vez más volátil, transportando material orgánico en descomposición de la tierra al mar, donde se deposita en el lecho marino. Esto extrae cada año unos 200 millones de toneladas estimadas de carbono del aire.
El científico Philip Fearnside, integrante del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, ha documentado que las grandes represas, sobre todo en ríos tropicales como el Amazonas, son verdaderas «fábricas de metano», emitiendo en algunos casos más gases de efecto invernadero que las centrales eléctricas a carbón. A principios de este mes en Madrid, 276 organizaciones de la sociedad civil que participaron en las conversaciones sobre cambio climático de las Naciones Unidas solicitaron que la Iniciativa de Bonos Climáticos excluya a las mega represas del financiamiento climático.
Las represas hidroeléctricas, cuando se construyen, inundan grandes áreas de vegetación, provocando descomposición y liberando dióxido de carbono, metano y óxido nitroso al ambiente. De hecho, consideradas en su conjunto, las represas hidroeléctricas emiten mil millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año, comparable a la industria de la aviación, que emitió más de 900 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en 2018.
Pero el represamiento de ríos no solo afecta a los ecosistemas, sino que también a las personas. Más de 60 millones de personas en países en vías de desarrollo dependen de lagos y ríos para su sustento. Se calcula que unas 80 millones de personas ya han sido desplazadas por proyectos de represas en todo el mundo. Las Naciones Unidas estiman que alrededor de un millón de especies de animales y plantas están siendo amenazadas de extinción, al menos en parte por la construcción de represas, la contaminación de ríos, alteración de su cauce para la agroindustria y la sobrepesca.
Por más de una década, los ambientalistas chilenos hemos luchado contra proyectos de represas en el país. En 2006, Endesa propuso construir cinco mega represas en la región de Aysén, una de las áreas menos poblada de nuestro país y una de las más prístinas, la cual alberga una de las mayores reservas de agua dulce del mundo fuera de la Antártica y Groenlandia: Campos de Hielo Norte y Sur.
Nos referimos al controvertido proyecto HidroAysén, que habría inundado alrededor de 6.070 hectáreas de bosques para transmitir energía a ciudades tan distantes como Santiago y para alimentar la industria del cobre, que representa el 10 por ciento del PIB de nuestro país. Pero ¿a qué costo?
Un estudio realizado en 2009 por la Universidad de Chile señaló que no se requerían grandes proyectos de represas para satisfacer las futuras y crecientes necesidades de energía del país. Las comunidades amenazadas directamente por HidroAysén se organizaron, salieron a la calle miles de personas en diferentes ciudades con pancartas contra el proyecto, otras decenas de miles firmaron peticiones, y los ambientalistas desafiamos las represas presentando diferentes causas en tribunales.
A pesar del entusiasmo inicial del gobierno por dar luz verde a HidroAysén, el Comité de Ministros suspendió el proyecto en 2014, reconociendo los impactos significativos que tendría sobre una de las regiones más emblemáticas de Chile.
El movimiento actual para proteger los ríos libres de la Patagonia se apoya en la «Wild and Scenic Rivers Act» (Ley de ríos salvajes y escénicos) de los Estados Unidos, aprobada en 1968, la cual protege 13,413 millas de 226 ríos que fluyen libremente en 41 Estados y Puerto Rico.
Varias organizaciones chilenas estamos trabajando en la elaboración de un proyecto de Ley Ríos Salvajes, lo que sitúa a Chile a la vanguardia de los países que utilizan las protecciones fluviales como un medio para adaptarse y contrarrestar el cambio climático.
Nuestros esfuerzos también se han visto impulsados por acontecimientos recientes que han significado el otorgamiento de derechos legales a ríos en Nueva Zelanda y Bangladesh. Varias organizaciones internacionales, entre ellas Rivers Without Boundaries y World Heritage Watch, contribuyeron al informe «Heritage Dammed» (Patrimonio Embalsado), publicado en junio, el cual solicita que los ríos reciban el mismo reconocimiento y protección que los Sitios declarados como Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Esto podría otorgarle a los ríos más preciados del mundo – entre ellos entre ellos el Nu-Salween y el Tigris – una protección legal permanente contra el represamiento, la contaminación y la alteración de sus cauces.
Es importante recalcar que los primeros países en participar en el boom de la construcción de represas han empezado a desmantelar o dejar parcialmente fuera de funcionamiento sus represas. En Estados Unidos se han removido más de 1.600 represas obsoletas. El actual plan quinquenal de desarrollo económico y social en China incluye un esfuerzo por reconectar ríos, revirtiendo años de construcción de represas sin control que contribuyeron a la desaparición de más de la mitad de los 50.000 ríos del país.
En Chile nos estamos organizando para proteger los ríos de un destino similar, ya que cambiarán irrevocablemente si el gobierno chileno no les otorga una protección legal permanente. Si la comunidad global se preocupa por el clima, entonces debemos hacerlo mucho mejor para proteger nuestros ríos.
* Macarena Soler es la fundadora de Geute Conservación Sur (@Fundacion_Geute). Monti Aguirre es la Coordinadora del Programa de International Rivers para Latinoamérica (@intlrivers). Juan Pablo Orrego es el presidente de Ecosistemas (@riosvivos) y en 1997 recibió el Goldman Environmental Prize.
Permanent protections for free-flowing rivers need to be a centerpiece of every country’s national climate action plan. Chile can lead the way.
Dec. 29, 2019
Opinion
By Macarena Soler, Monti Aguirre and Juan Pablo Orrego
Ms. Soler is the founder of Geute Conservación Sur, Ms. Aguirre is the Latin America program coordinator of International Rivers and Mr. Orrego is the president of Ecosistemas.
The rivers of Chilean Patagonia cascade from snow-capped mountains through sheer rock facades and rolling hills, radiating bright turquoise, deep blues and vivid greens. The Puelo. The Pascua. The Futaleufú. Each is as breathtaking and unique as the landscape it quenches.
But these rivers, like many worldwide, have been threatened by dam projects that aim to provide power for distant cities and mining operations. Only one-third of the world’s 177 longest rivers remain free flowing, and just 21 rivers longer than 1,000 kilometers (621 miles) retain a direct connection to the sea.
If we are to arrest global climate change, prevent the toxifying of freshwater sources and do right by all those who depend on rivers for survival, we must return more rivers to their natural state.
For decades, rivers have been an afterthought in global climate talks, like the ones that concluded in Madrid this month. New streams of climate finance, like the Climate Bonds Initiative, may soon be available to large-scale hydropower projects. While renewable energy and its financing are an important part of climate solutions, hydropower dams are not the answer.
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Hydropower is not a clean, green technology. Rivers help regulate an increasingly volatile global carbon cycle by transporting decaying organic material from land to sea, where it settles on the ocean floor. This draws an estimated 200 million tons of carbon out of the air each year.Climate Fwd A new administration, an ongoing climate emergency — and a ton of news. Our newsletter will help you stay on top of it. Get it sent to your inbox.
As an Intergovernmental Panel on Climate Change scientist, Philip Fearnside, has documented, large dams, especially on tropical rivers like the Amazon, are “methane factories,” emitting in some cases more greenhouse gases than coal-fired power plants. This month in Madrid, 276 civil society groups attending the United Nations climate talks called on the Climate Bonds Initiative to exclude hydropower from climate financing.
Damming rivers affects both people and ecosystems. More than 60 million people in developing countries depend on lakes and rivers for their livelihoods. An estimated 80 million people have already been displaced by dam projects worldwide. The United Nations estimates that around one million animal and plant species are threatened with extinction, at least in part because of damming, river pollution, diversion for industrial agriculture and overfishing.
For more than a decade, Chilean environmentalists have been fighting dam projects. In 2006, the Chilean energy corporation Endesa proposed to build five major dams in the Aysén region, a sparsely populated area in the south of Chile that is home to one of the world’s largest ice fields outside of Antarctica and Greenland.
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This dam project, called HidroAysén, would have flooded nearly 15,000 acres of forests to transmit power to distant cities and to fuel the country’s copper industry, which accounts for as much as 10 percent of Chile’s G.D.P. But at what cost?
A 2009 study by the University of Chile found large dam projects unnecessary to meeting the country’s future and growing energy needs. Communities threatened by HidroAysén organized. Across Chile, thousands of people took to the streets in more than a dozen cities. Environmentalists challenged the proposed dams in courts.
In spite of the government’s initial eagerness to greenlight HidroAysén, the Committee of Ministers scuttled the project in 2014, in recognition of the significant impacts the project would have had on one of Chile’s most iconic regions.
The current movement to protect Patagonia’s free-flowing rivers stands on the shoulders of the United States Wild and Scenic Rivers Act, passed in 1968, which protects 13,413 free-flowing miles of 226 rivers in 41 states and Puerto Rico.
Several Chilean organizations are working on Ley Ríos Salvajes, a campaign to create a wild rivers law. This places Chile at the forefront of countries using river protections as a means of adapting to and offsetting climate change.
Our efforts are also buoyed by recent developments that have seen legal rights granted to rivers in New Zealand and Bangladesh. Many international organizations, among them Rivers Without Boundaries and World Heritage Watch, contributed to the “Heritage Dammed” report, published in June, which calls for rivers to receive the same recognition and protection as the UNESCO World Heritage Sites they nourish.
This could grant renewed protections for some of the world’s most cherished rivers — among them the Nu-Salween and the Tigris — permanent legal protection from damming, diversion and pollution.
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Countries that were the first to participate in a dam-building boom have started to dismantle or partly decommission their dams. In the United States, over 1,600 obsolete dams have been removed. The current five-year plan for economic and social development in China includes an effort to reconnect rivers, reversing years of unchecked dam construction that has contributed to the disappearance of more than half of the country’s 50,000 rivers.
Macarena Soler is the founder of Geute Conservación Sur (@Fundacion_Geute). Monti Aguirre is the Latin America program coordinator of International Rivers (@intlrivers). Juan Pablo Orrego is the president of Ecosistemas (@riosvivos) and a 1997 recipient of the Goldman Environmental Prize.
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Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram.A version of this article appears in print on Dec. 30, 2019, Section A, Page 15 of the New York edition with the headline: Keep Our Rivers Flowing Freely