LAS MUJERES QUE NOMBRAN LO QUE AHOGÓ HIDROITUANGO

Septiembre 18, 2021

Juan Manuel Flórez Arias

Las mujeres del río Cauca han liderado el rechazo a Hidroituango, el mayor proyecto hidroeléctrico de Colombia. Hace 3 años un derrumbe en un túnel casi colapsa la presa y obligó a desalojar a 100.000 personas río abajo. Algunas de las líderes que vivían en la ribera río arriba quedaron atrapadas y tuvieron que huir para no ahogarse por el llenado del embalse. Hoy siguen oponiéndose a la represa, en el país más peligroso para ser líder ambiental, y son testigos de un río que ya no existe como lo conocieron. Foto: Santiago Rodríguez

Angélica Mazo se cuelga de la baranda de la represa y mira el río que cae por el vertedero: el agua es arrojada a una caída de 225 metros y al chocar con el fondo levanta un estallido de vapor que deja sin hojas la montaña del frente, como si ardiera todo el tiempo. “¡Este sí es mi río!”, me dice.

Detrás nuestro, del otro lado de la presa, el Cauca es un embalse silencioso, verde e inmóvil que no se parece al río en el que ella aprendió a pescar y a recoger oro con una batea desde los 9 años. De este lado, en cambio, el movimiento le devuelve al agua su sonido y su color marrón, aunque algo más claro.

Aferrada a la baranda, Angélica repite el mismo gesto que hacía cuando era niña, cuando se sostenía del borde del puente Pescadero, ocho kilómetros al norte de allí, ahora sumergido por el embalse. “Me quedaba horas ahí, mirando la corriente del río y me preguntaba: de dónde viene, para dónde va, por qué no se acaba”.

Repite el gesto, pero todo lo demás ha cambiado. Ella no es una niña, tiene 59 años; este no es el puente sino la cima de una represa; y el río, dice, ya no es el río, es el motor de la que sería la mayor central de energía de Colombia.

El proyecto hidroeléctrico Ituango, al occidente del país, en el departamento de Antioquia, debía entrar en operación hace tres años, en 2018, y generar el 17 por ciento de la demanda de energía nacional. Pero ese año un derrumbe en el túnel con el que desviaban el Cauca hizo que el embalse comenzara a llenarse antes de que terminaran la presa.

El agua contenida amenazó con desbordar el muro hasta donde estaba construido y romperlo. El riesgo de la avalancha, que habría arrasado a todos los municipios 256 kilómetros río abajo, obligó a la mayor evacuación de la historia de Colombia: 113.000 personas, cinco municipios vaciados de gente.

Se tomaron decisiones desesperadas para evitar el desastre. El agua fue desviada por la casa de máquinas —el sitio donde se genera la energía—, lo que causó pérdidas por 110 millones de dólares. El muro se terminó de urgencia en solo un mes para contener el agua que seguía subiendo. La peor parte de la crisis estuvo controlada en 2018, cuando el agua comenzó a salir por el vertedero, un canal a la derecha del muro. El río se seguirá evacuando por allí hasta que la obra esté lista y comience a generar energía en 2022. 

Hidroituango. Foto: EPM

Sostenida de la baranda, Angélica mira esa cascada artificial. Pasó los últimos 10 años de su vida intentando evitar que se construyera la represa. Se queda un rato en silencio hasta que cambia de opinión: este no se parece a su río. “Antes no sonaba así, el ruido del agua se mezclaba con los golpes que daba contra las rocas y la arena”, dice.

Lo que extraña del Cauca no es solo su sonido, interrumpido por la quietud del embalse, sino su complejidad. La corriente que se quedaba mirando de niña, mientras se hacía las preguntas que uno se hace ante lo amado: de dónde viene, para dónde va, por qué no se acaba.

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La hidroeléctrica de Ituango fue bautizada con el nombre del primer ingeniero que imaginó la represa, José Tejada Saénz. En 1969, en el documento en el que planteó el proyecto, escribió sobre el cañón del río Cauca: “Ese lugar lo puso Dios ahí para que hubiera una hidroeléctrica”.

Durante cuatro décadas la obra fue poco más que eso, una curiosidad guardada en el cajón de algunos ingenieros que refinaron las anotaciones de Saénz. Ni los recursos ni las capacidades técnicas hacían pensar que pudiera realmente hacerse la represa. Hasta que, en 2007, el gobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos trazó un plan de financiación, puso la hidroeléctrica en su plan de gobierno y en 2010 encargó la obra a Empresas Públicas de Medellín (EPM).

“Lo que nos movió fue cumplir un sueño de Antioquia. Retomamos la tesis de un gran gerente de empresas públicas, Diego Cayo Restrepo, que dijo: ‘Antioquia, con tantas limitaciones que nos puso la naturaleza, a lo que se puede dedicar es a vender aguaceros’”, dijo Ramos en 2019, en una entrevista radial.

La historia de este departamento, el segundo más poblado de Colombia después de la capital, Bogotá, podría resumirse como la de una región que ha tratado de domar el mundo. Fue el primer sitio, en un país cruzado por tres cordilleras derivadas de los Andes, en el que se rompió la montaña para crear un túnel, La Quiebra, en 1929.

Hidroituango fue imaginado como un paso más en esa búsqueda por doblegar el paisaje. “No se vuelve a dar en el mundo un cañón de 70 kilómetros de extensión, tan cerrado, de pura roca, y tan inhabitado”, me dice el gobernador Ramos por teléfono.

Desde las alturas, el cañón del Cauca le podría parecer inhabitado. Pero basta con acercarse al río para distinguir a las personas que viven allí.

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Estela Posada —51 años, pescadora, barequera— sostiene frente a su pecho una batea, una vasija de madera, redonda y ancha que usaba para encontrar oro en el Cauca. En el centro está escrito su nombre y alrededor las fechas y los lugares de las cinco veces que fue desalojada del río mientras se construía la represa, entre 2011 y 2018.

Con cada desalojo hacía lo mismo: dejaba una marca en la batea y volvía a armar su casa un poco más arriba en el río. Pasó siete años desplazándose en contra de la corriente. “Me fueron arriando por la montaña hasta que al final me sacó el agua”, dice.

Estela Posada, líder de Ríos Vivos en Toledo. Foto: Juan Manuel Flórez

Estamos en la sede de Ríos Vivos, la organización a la que pertenece y que ha liderado la oposición a Hidroituango. La casa queda en el municipio de Toledo y eligieron construirla en una montaña con vista a la represa.

Con la batea en las manos, Estela repasa en voz alta las fechas de los desalojos. “Junio de 2011, Playa Capitán. Diciembre de 2011, Playa Nicura. Marzo de 2015, La Arenera. Febrero de 2017, Los Mangos. Mayo de 2018, Playa Guayacán”. Las fechas rodean su nombre como las horas de un reloj. Marcan los tiempos del avance de la obra, pero también los de su resistencia.

Las mujeres han sido quienes han liderado el rechazo a la represa. El barequeo, el oficio de encontrar oro en el río, era ejercido sobre todo por ellas. El río era un espacio común a cuya orilla vivían, sembraban, daban a luz y enterraban los cuerpos que bajaban flotando.

Por eso, dice Estela, intentaron evitar que lo inundaran. Ella fue quien lideró, en 2013, una caravana de 350 personas desde el puente Pescadero hasta la capital, Medellín, a 166 kilómetros de allí. Comenzó como una protesta por la captura de 12 miembros de Ríos Vivos en otra manifestación. Caminaron ocho horas hasta el municipio de San Andrés de Cuerquia, donde pasaron la noche.

“No pude dormir nada. Solamente podía pensar en qué me había metido, cómo iba a responder por toda esa gente”, recuerda Estela. Seguía sin encontrar una respuesta en la mañana cuando, en la montaña de enfrente, vio bajar por la carretera varios buses de EPM que volvían de la obra. Organizó a una veintena de sus compañeros para cortarles el paso. Se tomaron ocho buses y cambiaron el rumbo: los detenidos habían sido liberados, pero decidieron seguir la caravana hasta Medellín, la capital.

El 19 de marzo de 2013, 350 campesinos y barequeros afectados por la hidroeléctrica entraron a la ciudad en buses de la empresa encargada de construirla. Lo hicieron sonando las bocinas. “Encargamos a un compañero en cada bus para que tocaran el pito. Cuando llegamos, nos bajamos, y les dijimos a los conductores: muchas gracias y hasta luego. Algunos estaban furiosos”, dice Estela riendo.

Se quedaron siete meses en el coliseo de la Universidad de Antioquia, reclamando negociar con el entonces gobernador, Sergio Fajardo. En el grupo también estaba Angélica, que dejó su casa en Briceño para vivir durante más de medio año en una carpa improvisada.

Pero en octubre, cansados y sin un acuerdo claro, regresaron a sus municipios. Un par de meses después, el 17 de febrero, la obra se volvió irreversible. EPM desvió el río Cauca por dos túneles excavados en la montaña, para secar el sector en el que iba a construir un muro de más de 200 metros para represar la corriente.

“Durante años se ha planeado este momento, pero nunca creímos que con la ingeniería esto pudiera ser una realidad. El Cauca parecía indomable”, dijo uno de los reporteros que dio la noticia.

Estela estaba en el Valle de Toledo, un corregimiento cerca de allí, y vio por televisión a un sacerdote que bendijo la obra antes de la detonación que sacó el río de su cauce. “No volví a creer en los curas. Ese día perdí la fe”. 

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Acened Higuita, líder de Comunidades Setaa en Briceño. Foto: Santiago Rodríguez

Cuando Bernardo Torres se sumergía en el río, antes del llenado de la presa, sentía una fuerza que intentaba arrastrarlo. “Era como si el agua quisiera llevarlo a uno a otra parte, hacia abajo”, dice.

Su esposa, Acened Higuita —barequera y presidenta de la acción comunal de la vereda Nueva LLanada en Peque, 24 kilómetros río arriba de la represa— dice que esa fuerza fue la que causó la crisis en 2018. “Si usted represa un río tiene que atenerse a las consecuencias. Es como hacer una casa al lado de la quebrada. Uno invade su territorio, y en algún punto ella va a querer reclamarlo”, dice ella.

Toda agua que corre corre hacia el mar. El Cauca baja 1.350 kilómetros desde su nacimiento en el macizo colombiano para unirse con el río Magdalena, el más grande del país, y desembocar juntos 299 kilómetros más abajo en el mar Caribe.

El muro de Hidroituango es la mayor interrupción a ese recorrido. La presión que casi lo rompe en 2018 fue, en parte, el curso del agua intentando cumplirse.

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La primera señal que el río le dio a Estela del peligro fue su silencio. Le gustaba armar su casa cerca de la orilla para dormir arrullada por el sonido del agua. La madrugada del 8 de mayo de 2018 despertó en playa Guayacán, donde llevaba un año viviendo con su hijo de la pesca y el oro, y notó que no escuchaba la corriente.

Cuando se bajó de la cama el agua le llegaba a la rodilla. Sacó lo que pudo, con ayuda de su hijo, y subieron por la barranca. Allí notaron que no era una crecida normal; el agua no descendía.

Varios kilómetros más abajo, en la represa, el túnel de desviación del Cauca estaba colapsado por un derrumbe interno de la montaña. El agua que bajaba desde el macizo —2.500 metros cúbicos, el volumen de una piscina olímpica, cada segundo— comenzó a llenar el río Cauca con Estela y los otros barequeros dentro de él.

Solo con la vista, ella y su hijo no podían saber que el agua estaba subiendo. “Comenzamos a poner palitos en la orilla, como testigos. A los 10 minutos el agua los hacía flotar”, dice.

Incluso un movimiento tan violento como el llenado del cañón que contiene el Cauca no era visible ante la inmensidad de la montaña. Solo podía comprobarse dejando una señal que marcara el paso del tiempo.

Los barequeros como Estela saben de señales. Su trabajo consiste en leer las marcas de las orillas para encontrar el oro que está debajo. Barequear es, sobre todo, ser consciente del fondo del río. Y eso es justo lo que se pierde con las represas: el fondo, sepultado por el agua que llena el embalse, o atrapado en el muro de la presa, que retiene los sedimentos y deja que el río siga corriendo sin lo que llevaba adentro.

“Los sedimentos cargan los nutrientes, los alimentos para la vida que depende del río. Cargan la misma vida del río. Si uno se los quita, la dinámica se descompone”, dice Jorge Alberto Escobar, experto en mecánica de fluidos y encargado del estudio de la Universidad Javeriana sobre el impacto de la represa en el agua del Cauca.

Embalse de Hidroituango. Foto: Santiago Rodríguez

Junto a los sedimentos, en la represa también quedaron sumergidos los sitios a los que los barequeros les habían puesto nombre: la piedra de la ahogada, el puente Pescadero, el Asomadero. “Allá bautizábamos todo. Los caminos, las piedras, las curvas del río”, dice Estela.

Lo que ahogó el Cauca fue, también, el alfabeto que habían creado para nombrarlo.

Estela y su hijo huyeron del río por cinco días hasta que los arrinconó contra la montaña. Allí fueron rescatados por lanchas de EPM, pero antes de subirse guardaron en las montañas las cosas que habían rescatado para volver por ellas cuando bajara el agua. Pocas horas después el agua también las sumergió, junto con todos los nombres.

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Hace 30 años, cuando Acened Higuita tenía 15, su vereda se desprendió de la montaña una madrugada. Ella y sus vecinos huyeron del derrumbe, pero la vereda Llanada, en Peque, quedó deshabitada.

Acened dice que no fue un desastre natural. “Fue culpa de la erosión, porque cortamos muchos árboles. Llegó el día en el que la montaña se cansó y dijo: si ustedes no me cuidan, yo tampoco los voy a cuidar”. Reconstruyeron la vereda del otro lado de la montaña y la nombraron Nueva Llanada, “para que no desapareciera del todo”. Estamos allí, río arriba de la represa, en la casa de Acened, en el punto más alto antes de comenzar el descenso al río.

A esa altura, el paisaje se observa como visto desde un mapa. Basta con señalar con el dedo para nombrar los municipios que tiene alrededor: Sabanalarga, Toledo, Briceño e Ituango.

Desde allí, en mayo de 2018, Acened vio como el Cauca se convertía en una represa. El cauce, que apenas se adivinaba por las curvas del cañón, comenzó a subir. Luego se quedó quieto, dejó de correr, y fue cambiando de color marrón a verde.

Bernardo, su esposo, con quien pasaba temporadas viviendo en la ribera, dice que las pocas veces en las que ha vuelto al río no ha reconocido a los peces. “Antes uno pescaba bocachico, dorada, bagre, barbudo. Ahora hay unos que uno no sabe ni cómo se llaman”.

“La vida que hay en el agua depende de cómo se mueve ese agua”, dice Jorge Escobar. En un embalse, con el cauce detenido, habitan peces distintos a los de un río común.

El monitoreo de fauna que hace la Universidad de Antioquia, en convenio con EPM, ha identificado 42 especies en el embalse y 108 abajo de la presa. De estas solo algunas coinciden arriba y abajo del muro. Otras, como el bocachico y las doradas, que subían desde la desembocadura del Magdalena, nadando contra la corriente del Cauca, están quedando detenidas en la represa.

A diferencia de Bernardo, Acened no volvió al río desde que se inundó. “Los primeros días mucha gente iba por curiosidad. Yo no. Me daría nostalgia no encontrar ninguno de los sitios en los que vivíamos”.

En sus temporadas en el Cauca estaban acostumbrados a desarmar sus ranchos de madera y plástico, y reconstruirlos en otra orilla donde hubiera oro: “Los barequeros cargamos con la casa al hombro”, dice. Parece desprendimiento, pero es lo contrario: es llevar, siempre, el hogar a cuestas.

Acened le enseñó a barequear a todas sus hijas menos a una: Mariángel, de 3 años, una nieta que ha criado en su casa y que nació cuando el Cauca ya era una represa.

“No conoció vivo al río”, dice. Luego imagina qué pasará cuando se acabe la vida útil de Hidroituango, en unos 50 años. “Entonces yo no voy a estar, pero va a estar ella”. Se queda mirándola un momento y agrega: “Le va a tocar vivir cosas que ni siquiera eligió”.

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Angélica Mazo, líder de Comunidades Setaa en Briceño. Foto: Santiago Rodríguez

La última vez que Angélica Mazo bajó al río, antes de la inundación, no sacó ni un gramo de oro. Se dedicó a recoger de la orilla semillas, piedras y caracoles, “esas casitas abandonadas al lado del agua”.

Luego las subió por la montaña hasta su casa en la vereda El Orejón, en Briceño. Durante el camino, sintió el peso y dudó. “¿Yo por qué estoy cargando todo esto?”. Pero se convenció de llevarlo hasta la cima.

En su casa armó un altar con los objetos que rescató del río. Los ordenó en una estantería en el salón principal. En el centro puso dos semillas en forma de corazón.

“Las encontré entre los caracoles. Nunca las he sembrado. ¿Qué tal que las entierre, crezcan y me quede sin mi corazón?”.

Bajo el embalse quedaron semillas, flores, frutos, árboles —1.839 hectáreas de bosque seco tropical—; puertas, techos, muros, veredas enteras, animales —los caracoles que como los barequeros llevaban su casa al hombro—; el puente Pescadero, la piedra de la Ahogada, el Asomadero, cada rincón nombrado, y el polvo de oro en el fondo del río.

Salvo los objetos de la estantería de Estela, no hay muchas señales de todo aquello que está sumergido. En ese sentido, el embalse se parece al pasado: ese inventario al que no tenemos acceso, del que no siempre hay evidencia, pero que sabemos que está ahí, abajo.

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Después de despedirme de Acened, bajo al Cauca en un viaje de tres horas en mula desde su casa. Adelante va Junior, que vive cerca y hace de guía. Mientras más descendemos, menos clara es la trocha, que comienza a confundirse con la maleza. Han pasado solo tres años desde la inundación, pero el camino al río ya es casi un camino abandonado.

Junior tiene que volver a abrirlo con un machete. A la derecha, a la otra orilla del embalse, pueden verse los trozos de montaña que están cediendo por la erosión. El agua represada, que oculta lo que hay en el fondo, a la vez expone la tierra, la debilita por debajo y hace que se desprenda.

Abajo, en la ribera, el agua está estática, no emite ningún sonido. Después del llenado, el Cauca se volvió en esa zona como un lago navegable, por el que los pescadores transportan informalmente civiles y, a veces, a grupos armados que los obligan a llevarlos: disidencias de la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Común (Farc) que retomaron las armas, y miembros el Clan del Golfo, un grupo residual de los paramilitares, que se disputan la zona.

Bajamos durante otros diez minutos hasta la orilla. Allí, ocultos tras la maleza, hay dos carteles de EPM. El primero, en voz de la empresa, dice: “Propiedad privada: aguas no aptas para actividades acuáticas y pesca”. El segundo, en voz del río, dice: “Cuidado. Soy el río Cauca y mis aguas podrían afectar tu salud”.

«Este reportaje es parte del proyecto ‘Defensoras del territorio’ de Climate Tracker y FES Transformación».

https://www.lasillavacia.com/historias/silla-nacional/las-mujeres-que-nombran-lo-que-ahogo-hidroituango/

Alarma en Cogua por mega cantera de gavilla sobre el Río Neusa

En manos de la CAR está impedir que avance el proyecto de explotación a cielo abierto que tendría graves consecuencias ambientales. El experto Pablo Leyva explica

Por: Las2orillas


agosto 02, 2021

Alarma en Cogua por mega cantera de gavilla sobre el Río Neusa

Actualmente la CAR Cundinamarca estudia la posibilidad de otorgar una licencia ambiental para la extracción de gravilla y arcilla, abriendo enormes cráteres a ambos lados del río Neusa, lo que afectaría el socio-geo-ecosistema territorial y el caudal y calidad de este río que abastece de agua a Bogotá y varios municipios de la Sabana.
Sobre el tema Pablo Leyva responde a las preguntas de Juan Pablo Motta, cineasta y vecino de Cogua, municipio directamente impactado por el proyecto minero.

Juan Pablo Motta: ¿Dónde queda el río Neusa? ¿De cuál cuenca hidrográfica hace parte?PUBLICIDAD

Pablo Leyva: El río Neusa es la corriente principal que recoge las aguas de la cuenca que lleva su nombre. Esta tiene aproximadamente 44.735 hectáreas; comprende principalmente parte de los municipios de Tausa, Cogua, Nemocón, Zipaquirá, Suesca y Cucunubá. Hace parte importante de la cuenca del río Bogotá.

JPM.: Cuál es la importancia del Río Neusa con relación al río Bogotá? ¿Cuál es la importancia de ese abastecimiento de agua para la zona norte de Bogotá y la Sabana?

PL.: Los embalses del Neusa, Sisga y Tominé conforman el “Agregado Norte” que alimenta al sistema Tibitoc, este contribuye con un 30 % al suministro de agua para la población de Bogotá en sectores del norte y occidente, al igual que el agua para los municipios de Gachancipá, Sopó, Tocancipá, Chía, Cajicá, Funza, Mosquera, Madrid y Soacha, según información disponible. Estimo que hoy este sistema puede aportar el agua para el consumo de unos tres millones de habitantes. El río Neusa además suministra agua para consumo humano, uso agropecuario, industrial y minero para los municipios de su cuenca.

Desafortunadamente la cuenca del Neusa y su sistema hídrico están descuidados por las entidades nacionales, distritales y regionales. El Minambiente no tiene una política y sobre todo no tiene programas, acciones concretas visibles y de seguimiento ambiental para la región; la CAR, el organismo regional del Sistema Nacional Ambiental SINA está muy ausente. Bogotá y sus entidades no tienen entre sus objetivos estratégicos y prioridades el cuidado integral de la cuenca del río Bogotá, ni la del Neusa; tampoco lo hacen con decisión sus empresas de acueducto, energía y servicios de manejo de residuos a pesar de su evidente interconexión y dependencia. La Gobernación de Cundinamarca está muy desconectada del proceso; en ocasiones tiene iniciativas, aproximaciones y acciones de articulación con la Nación o el Distrito, casi siempre para proyectos que implican la intervención no el cuidado del territorio.

Las autoridades municipales de la cuenca del río Bogotá, desbordadas por los impactos, efectos y repercusiones locales del crecimiento de la capital y la infraestructura regional, como es el caso de Cogua, tratan de sobrevivir con sus planes de desarrollo y de ordenamiento territorial, POT, que manejan sus pequeñas instituciones con escasos recursos.

JPM.: ¿Por qué un río y el ecosistema se afectan cuando se plantea hacerle una cantera encima? Sería una cantera de 178 hectáreas con un río en la mitad ¿Cómo se afectaría? ¿Qué pasaría?

PL.:  En las circunstancias descritas, en lugar de velar por el cumplimiento de las prioridades de su propio Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca, POMCA el río Bogotá y las recomendaciones de los estudios de base para el mismo, sobre la necesidad de limitar la minería en la cuenca, una de las actividades de la CAR ha sido la canalización de las corrientes de agua de la cuenca del río Bogotá, justamente en lugares en los que se planean intervenciones importantes como urbanizaciones o proyectos mineros, esto las facilita. La canalización está en contravía del manejo que se da actualmente a los ríos en países desarrollados.

Para el caso del título minero EIJ-151 que se pretende adelantar en el plano aluvial del Neusa, la canalización del río se adelantó justo antes de la noticia de la activación de la licencia ambiental para poner en marcha el título minero para la explotación de gravilla, arcilla y otros materiales. Esta explotación se haría en ambos lados del río, con lo que este quedaría desnaturalizado, drenado, convertido en un canal, rodeado de cráteres profundos y contaminados, lo mismo que sus afluentes en el área de la mina.

El trámite de este proyecto tiene curso en la CAR con fundamento en una Resolución del 2016 de Minambiente que considera esta zona compatible con explotaciones mineras. La decisión del Minambiente y el trámite en la CAR contradicen de manera evidente lo más elemental de un manejo ambiental sostenible. Ambas instituciones a mi juicio están desconociendo los principios que están obligadas a cumplir, entre otros los establecidos en la Ley 99 de 1993 y en especial su artículo 61.

JPM.: ¿Qué significa para los Bogotanos y para los municipios de la sabana que afecten un río que abastece al río Bogotá?

PL.: Darle curso a un proyecto minero de la magnitud anunciada a ambos lados del cauce del río Neusa es un atentado ambiental mayor, con serias repercusiones sobre el caudal y calidad de sus aguas y causaría un grave impacto al sistema local, regional y distrital de acueductos, usos industriales y del riego que se surte de ellas. A más de afectar seriamente la estructura ecológica principal de la cuenca y transformar en un cráter una región con vocación agropecuaria, conservación, esparcimiento y turismo ecológico para Bogotá y la región metropolitana.

JPM.: ¿por qué las entidades del estado que deben cuidar el medio ambiente permiten abrir estas puertas para que estemos discutiendo si es bueno o malo un proyecto donde se advierten daños irreversibles? Por qué estar en pleno 2021 defendiendo la vida de un río, si estamos en un punto de no retorno a nivel ambiental, no hemos aprendido nada de la pandemia?.

PL.: Lo primero que se necesita es que el Minambiente sea consecuente con su misión y revoque la Resolución que autoriza las zonas de la Sabana compatibles con explotaciones mineras, tome en serio las limitantes ambientales, económicas y sociales para la minería en la Sabana de Bogotá y actúe junto con la CAR y la Secretaría Distrital de Ambiente en concordancia con los principios de la Ley 99 de 1993, los mandatos constitucionales, legales y los pronunciamientos de las diferentes instancias judiciales sobre el manejo del río Bogotá y su cuenca. Las demás instituciones, distritales y regionales deben proceder de conformidad con sus obligaciones constitucionales y proteger el territorio para mantener la sostenibilidad del mismo a largo plazo.

La pandemia nos han hecho más conscientes de respetar y cuidar la naturaleza, como la casa común. Defenderla de la ambición desmedida que desgarra sus entrañas, destruye sin compasión sus montañas y sus ríos y conduce tristemente a su destrucción. La pandemia nos ha llevado a la reflexión y el cambio está en camino.

JPM.: ¿Qué les sugiere usted a la comunidad y los municipios para poder elaborar políticas que defiendan su territorio de los desmedidos intereses económicos de las empresas mineras?

PL.: Para garantizar la participación y evitar conflictos es fundamental que las instituciones informen a la comunidad oportunamente y de forma completa y transparente sobre las políticas, proyectos y actividades que se pretendan adelantar sobre el territorio. Un examen de la legislación, documentación e información disponible para la toma de decisiones sobre los POT, POMCAS, proyectos de infraestructuras y títulos mineros en la Sabana evidencian un gran desorden, dispersión, limitada transparencia y falta de oportunidad en la información para los afectados.

La socialización de las decisiones es muy limitada, elemental, en muchos casos se manipula y se hace con desprecio por las comunidades, no está acompañada de procesos educativos y didáctica en la transferencia de los conocimientos a las instituciones locales y comunidades. Se necesita transparencia, claridad y oportunidad en la información de parte de las instituciones del orden nacional y regional para facilitar la participación efectiva de las comunidades en las decisiones que las afectan e impactan el territorio.

Los planes de desarrollo y POT municipales deben contemplar las actividades que puedan trasformar el territorio, especialmente la infraestructura vial y la minería. Pero esto no es posible si los municipios continúan impactados por decisiones nacionales o distritales que imponen directamente o indirectamente trasformaciones territoriales de las que tienen que defenderse, como es el caso del título minero para la extracción de gravilla y arcilla en el río Neusa, municipio de Cogua, que destruiría los suelos, la biodiversidad y afectaría gravemente la hidrología, la economía regional y el empleo, entre otros impactos.

Impactos negativos de las hidroeléctricas en los territorios y su costo socioambiental

Por La Voz de la Región – Jul 30, 2021

Colombia cuenta con gran riqueza en diversos bienes naturales como el agua. El desarrollo económico y social del país se ha centrado alrededor de las cuencas hídricas, y en el último siglo, estas cuencas han sido fuentes de generación de energía.

Con el objetivo de generar energía a partir de la corriente que se genera en grandes cuerpos de agua como los ríos, diversas empresas multinacionales intervienen territorios para la construcción de centrales hidroeléctricas, modificando de esta forma los espacios de las comunidades y, por consiguiente, afectando su vida y tradiciones.

Existen represas que tienen un aprovechamiento multipropósito, es decir, en las que se hace uso del agua para consumo, distritos de riego, pesca e incluso turismo y, existen otras unipropósito, que se utiliza sólo para la generación de energía.

Aunque se habla de algunos beneficios generados por la conversión de la energía potencial del agua almacenada en los embalses en energía eléctrica, las consecuencias negativas resultado de la imposición de hidroeléctricas, son aún mayores y afectan directamente la ‘Casa común’.

El río Magdalena al ser un río con alto caudal y diferentes alturas de profundidad por ubicarse en zonas altas y cañones, presenta condiciones para el desarrollo de represa, esto no quiere decir que sea lo mejor para las comunidades de las regiones donde se desarrollarían este tipo de proyectos y otros incluidos en el Plan Maestro de Aprovechamiento del Río Magdalena (PMA).

El (PMA) es consecuencia de la cooperación internacional entre Colombia y China, en 2011 se suscribe el “Convenio Interinstitucional de Ejecución del Proyecto de Formulación del Plan Maestro de Aprovechamiento del Río Magdalena” entre Cormagdalena, Hydrochina y Acción Social[1] y, en 2014 se realiza la entrega del proyecto de “Formulación del Plan Maestro de Aprovechamiento del Río Magdalena”,

Esta información no fue socializada ni concertada con las comunidades, únicamente fue conocida, resultado de la instauración de una acción de tutela, el Consejo de Estado en el año 2016, en razón de la violación de los derechos fundamentales de petición, participación efectiva y, acceso a información, ordeno la entrega del (PMA) a las organizaciones tutelantes.

El (PMA) plantea la explotación del potencial del río Magdalena, desde la cuenca entre San Agustín, en su nacimiento en pleno macizo colombiano y la desembocadura en el Caribe, en actividades como la generación de energía hidroeléctrica y la navegabilidad.

De acuerdo con Hydrochina, el plan maestro para el manejo y la utilización del río Magdalena incluye la construcción de al menos 15 hidroeléctricas de diferente capacidad a lo largo del río, de ellas 8 consideradas en el Huila. Si bien para el PMA, las represas ofrecen enormes oportunidades, se debe tener en cuenta los impactos negativos, que incrementan con la construcción en cascada de proyectos hidroeléctricos.

Las represas como la de El Quimbo, ocasionan grandes e irreversibles afectaciones. Respecto al ambiente, se destruye fauna y flora endémica, contribuyendo a la desaparición de ecosistemas; el empeoramiento en la calidad, salubridad y la pérdida de sedimentos de las aguas hace inviable la vida acuática; se incrementa el cambio climático y, los efectos sísmicos resultado de la inundación de áreas en presencia de fallas geológicas.

A nivel social, con la declaratoria de utilidad pública y el uso de la fuerza pública, se expropia, desplaza y despoja a las comunidades de sus hogares y, de sus medios de vida tradicionales, empobreciendo a las personas y fracturando el tejido social. Las condiciones posteriores, de reasentamiento, resultan inferiores a la situación en que se encontraban antes de la implementación de los proyectos, siendo inexistente la reparación integral y en dignidad.

Consecuencia de los cambios abruptos en los ecosistemas, el desplazamiento forzado y, las falencias en los reasentamientos, se producen afectaciones en la salud física y emocional de las comunidades, quienes además de perder sus actividades económicas de subsistencia, pierden sus lazos comunitarios y sus fuentes de alimentación.

Las vulneraciones enunciadas, evidencian que la autonomía de las comunidades locales se subyuga frente al interés nacional y transnacional que recae en este tipo de proyectos. Por cuanto, las posibilidades de gestión y defensa de sus territorios, mediante el ejercicio del derecho a la participación efectiva, se limitan a espacios formales de revictimización o, a la ausencia de atención a las exigencias de las comunidades.

Debido a estas situaciones que viven las comunidades afectadas por la implementación de proyectos minero energéticos, han buscado respaldo en instituciones y organizaciones para poder luchar por sus derechos, es el caso de la Iglesia Católica, ya que “es una Iglesia que camina con los pobres, y con las personas que necesitan una voz de aliento ante situaciones que han afectado sus derechos”, asegura Angie Reina, especialista nacional del proyecto.

¿Conoce las afectaciones que se ocasionan o pueden resultar de la presencia de proyectos hidroeléctricos? ¿Cuál es el mensaje desde las comunidades afectadas?

[1] Hoy Agencia Presidencial para la Cooperación Internacional de Colombia -APC

Cantaoras – El río: territorios posibles

#HablemosDelRio

Banrepcultural

#HablemosDelRio:

El río es testigo vivo y protagonista de nuestra diversidad, también ha sido testigo de diversas heridas. El río ha sido fuente de inspiración de grandes obras artísticas; canciones, obras literarias y plásticas, han interpretado y retratado a los ríos desde múltiples perspectivas. Cantaoras: En la cuenca del Magdalena la música hace parte de la cotidianidad y sus géneros se definen por la situación social a la que responden.

El elemento común a todas estas músicas es, sin duda alguna, el protagonismo de las mujeres. Acá conocerás detalles sobre este oficio. Este videos que realizamos con Se lo explico con plastilina?, narran el río desde los oficios tradicionales y centenarios, mostrando la relación directa de las fuentes hídricas con los territorios, los pobladores, sus costumbres, sus formas de trabajo y los elementos que utilizan para relacionarse con el agua.

Este contenido conto con el apoyo de German Ferro – Director científico y curador del Museo del Río del Magdalena, permiten a la vez una reflexión sobre la naturaleza viviente y cambiante de los ríos. Conoce más sobre esta serie de videos que realizamos junto a Se lo explico con plastilina? y otros contenidos del proyecto cultural ‘El río: territorios posibles’: www.banrepcultural.org/noticias/doce-videos-didacticos-para-reflexionar-sobre-nuestros-rios Una producción del Banco de la República – Subgerencia cultural

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Guía para el monitoreo comunitario del agua. Una propuesta metodológica para construcción de autonomías territoriales

Autores: Maya Pinzón, Hoibyn Cardona y Diego Andrés Martínez Z.

Gráfica alusiva a Guía para el monitoreo comunitario del agua. Una propuesta metodológica para construcción de autonomías territoriales

Censat Agua Viva

Esta guía entrega una propuesta metodológica para el monitoreo comunitaria del agua. Aunque, en principio, la guía estará acompañada de una maleta con materiales para su uso, también puede ser usado de forma independiente para la construcción de estrategias de monitoreo para cuencas hidrográficas en diferentes territorios.

Nuestro ejercicio pedagógico popular, en los últimos años, ha construido conocimiento e incentivado prácticas entorno a los derechos de los pueblos y las comunidades a participar y decidir sobre el uso de los bienes comunes, construyendo colectivamente controles democráticos para su manejo. Bajo este horizonte, el presente documento entrega renovadas reflexiones e instrumentos para el fortalecimiento de la gestión comunitaria del agua en los territorios. La siguiente propuesta no habría tenido espacio para su maduración sin el diálogo abierto y honesto con compañeras y compañeros que durante años han participado en las escuelas del agua en diferentes departamentos de Colombia como el Meta, Cundinamarca, Santander, Nariño, Caquetá, Putumayo, Cauca y Norte de Santander. A todos y todas ellas nuestro mayor agradecimiento.

Esta guía entrega una propuesta metodológica para el monitoreo comunitaria del agua. Aunque, en principio, la guía estará acompañada de una maleta con materiales para su uso, también puede ser usado de forma independiente para la construcción de estrategias de monitoreo para cuencas hidrográficas en diferentes territorios. En este sentido, compartimos las siguientes propuestas de prácticas con la certeza que su contenido sea utilizado creativamente por cada una de las comunidades y regiones donde sea leída.

Esperamos que esta guía para el monitoreo comunitario del agua incentive autonomías populares para la defensa de los bienes comunes y que aporte a las propuestas de un ordenamiento territorial alrededor del agua.

Descargue el archivo.

https://censat.org/es/publicaciones/guia-para-el-monitoreo-comunitario-del-agua-una-propuesta-metodologica-para-construccion-de-autonomias-territoriales?fbclid=IwAR0rg3eMGZz-_WwNKG2-boctqwqtEP9BVLJpYqDV0Ywra6LTA3dBCPXzpjM

Pescadores protestan contra Hidroituango por sequía del río Cauca

Los afectados por la hidroeléctrica protagonizan movilización en Bolívar.

La travesía de protesta, por la muerte de la pesca,partirá desde Montecristo (Bolívar) e irá hasta el puente Yati-Bodega.

La travesía de protesta, por la muerte de la pesca, partirá desde Montecristo (Bolívar) e irá hasta el puente Yati-Bodega.Foto:

Por: John Montaño

02 de agosto 2020

Cerca de mil pescadores y labriegos del sur del departamento de Bolívar y el Bajo Cauca se alistan para una travesía por el Río Cauca como protesta por el crimen ambiental y la hambruna en las que está sumida esta región, como consecuencia del cierre de compuertas en la polémica hidroeléctrica de Hidroituango.  

Las comunidades de esta región acosada por la hambruna, además de la pandemia por coronavirus, llegarán este lunes hasta el recién inaugurado puente Yati- Bodega, en el municipio de Magangué, para contarle al mundo cómo se seca el segundo río más importante del país, y con este se seca la vida.

“El dañó ambiental causado por el cierre de compuertas en enero del 2019 es grande e irreparable: el río se secó, la pesca desapareció e impacto en la seguridad agroalimentaria de al menos 15 municipios”, le dijo a EL TIEMPO Pablo Espitia, directivo de la Asociación de Pescadores de Montecristo (Bolívar).

La travesía y protesta partirá a las 7 de la mañana desde el municipio de Montecristo (Bolívar) e irá  hasta el puente Yati-Bodega. Un día de recorrido aguas abajo por el fuera la despensa de miles de familias humildes.

Esta travesía recibe el nombre de ‘Peregrinación de la Hermandad Ríana’, es decir la unión de las agremiaciones pesqueras y campesinas ubicadas a orillas del Río Cauca. 

“Solicitamos al Director General de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca – Aunap- que intervenga ante las Empresas Públicas de Medellín, EPM, a efectos que esa empresa restaure el daño que nos ha causado con el proyecto de Hidroituango, haciendo desaparecer el recurso pesquero, con el que manteníamos a nuestras familias pescando y vendiendo lo capturado, y alimentándonos con esos peces”, señala un comunicado enviado a la Aunap por la asociación de pescadores del municipio de Montecristo, una de las al menos 20 agremiaciones de pescadores y labriegos empobrecidos a causa de la sequía del río.La esperada subienda que todos los años llega para los meses de diciembre y enero despareció en esta región del país empobreciendo a sus comunidades, que además enfrentan la pandemia.

“EPM está en la obligación de hacer repoblamientos en nuestras ciénagas y de montar proyectos productivos, que permitan tener un futuro a nuestras comunidades. ¡Nos quitaron el pan!”, agrega la carta enviada por la asociación de pescadores de Montecristo a la Aunap.

La situación es crítica en una región que siempre fue despensa agrícola y pesquera. 

“Aquí con esta pandemia del covid-19 y sin peces en nuestras ciénagas, avizoramos hambre física para toda esta región y para todos los pescadores del bajo Cauca. Lo que es Montecristo, San Jacinto del Cauca, Achí, Guaranda, Pinillos, y una veintena de poblaciones río abajo, todo el mundo está afectado por ese daño ambiental que nos causaron”, señala en otro de sus apartes la carta de los pescadores.

(Además: La campaña de una víctima para evitar la libertad de alias Satánico)

“Hacemos un llamado al Gobierno Nacional a través del Ministerio de Agricultura a que haga presencia en la zona e investigue la difícil situación que están viviendo nuestros pescadores. A su vez le hacemos un llamado a la empresa EPM que ha indemnizado personas que no tienen la trayectoria ni los años de labores de nuestros pescadores”, señala Diego Benítez Duarte, personero municipal de Montecristo (Bolívar). Aunap responde 

Según Nicolás del Castillo, director general de la Autoridad Nacional  Nacional de Acuicultura y Pesca – Aunap-  «EPM está trabajando con las universidades Nacional y la Javeriana en investigaciones sobre impacto del cierre de compuertas en varias geografías, entre ellas el municipio de Montecristo».

En diálogo con este medio, el funcionario aseguró que «Contacté a EPM y ellos sí quieren de alguna manera apoyar y resarcir los impactos que hayan realizado , pero deben tener la certeza de que los estudios contratados lo confirmen para proceder y hacerlo lo antes, de lo contrario podrían tener inconvenientes con los entes de control», expresó del Castillo.

Según el funcionario, en la región la caída en la pesca y la seguridad agroalimentaria supera el 50 por ciento.  Lo invitamos a leer además:

– Crucé la selva amazónica para volver a Colombia y no morir de hambre

– Engaño con bolívares a un adulto mayor conmovió al alcalde de Palmira

JOHN MONTAÑO
Redactor de EL TIEMPO
Cartagena
​En Twitter: @PilotodeCometas

https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/hambruna-y-tragedia-ambiental-aguas-abajo-de-hidroituango-524012?fbclid=IwAR2vm1CXohRUjHIIV78_Ul2gt3NnrHvCsoxaXGwzfGHgQBvOLTBoKXSJxao

Colombia: Obra de represa Hidroituango no se detiene a pesar de brote de Covid-19 entre trabajadores

3 junio, 2020

El lugar de construcción del  megaproyecto hidroeléctrico Hidroituango, en el departamento colombiano de Antioquia, es hoy en día el principal foco de contagio de Covid-19 en este departamento.

Con 234 casos activos, supera a la ciudad Medellín, que tienen 225, según el reporte la Secretaría de Salud.

La empresa constructora EPM practicó pruebas a los 3 mil 710 empleados que hay en Hidroituango. Además, ayer se registró el primer caso de Covid-19 en Puerto Valdivia, “el pueblo que destruyó Hidroituango y que sigue sin hospital pero con iglesia”, denuncia el Movimiento Ríos Vivos.

El Movimiento Ríos Vivos critica que no se detienen las obras a pesar del brote y alerta que hay despidos de trabajadores enfermos y además decenas de trabajadores “están renunciando por temor [al Covid-19] y son abandonados a su suerte en las vías de la región”.

Por eso Ríos Vivos exige “parar por completo todos los frentes del trabajo de la obra” y dispersar los trabajadores en las instalaciones de la construcción. También recuerda que siguen la criminalización de la defensa del territorio y las amenazas por parte del crímen organizado a comunidades y trabajadores de la polémica megaobra, financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y con participación de empresas europeas como Siemens, Munich RE, Hannover RE, Kaeser Compresores, BBVA, Banco Santander, entre otras.

Boletín de Movimiento Ríos Vivos: Exigimos prioridad en protección para las comunidades frente al riesgo por Covid-19 generado por Hidroituango. Más información: Coronavirus en Hidroituango sobrepasa los casos en Medellín. Contexto: SOS Río Cauca, Colombia: Cierran compuertas de represa Hidroituango y el río desaparece. Leer también: Hidroituango, Turquía y el mundo. Inundaciones para perder el agua.

Ríos Vivos de Colombia interviene ante el Parlamento Europeo

Canal Oficial Movimiento Ríos Vivos, 7 octubre, 2019

El 2 de octubre de 2019 en el parlamento Europeo en Bruselas uno de los fundadores del Movimiento Ríos Vivos Colombia intervino ante 15 Eurodiputados y asistentes de parlamentarios acreditados.

El Movimiento de Afectados por las Represas en Latino América exigen cancelar “proyectos de muerte”

marzo 15, 2019

Brian Martínez / Somos el Medio

Ciudad de México, 15 de marzo, 2019.- El Movimiento de Afectados por las Represas en Latino América (MAR) y Otros Mundos Chiapas A.C. en el marco del 14 de marzo, Día Mundial de Acción Contra las Represas, exigieron “cancelar definitivamente los proyectos de muerte” que han afectado El Zapotillo en Jalisco, Paso de la Reyna en Oaxaca, La Parota en Guerrero, el proyecto Agua Zarca, en Querétaro y la represa Hidroituango en Colombia.
Llamaron a exigir “un modelo energético y de gestión del agua alternativo” que deje de movilizar “al sistema capitalista”.

Argumentaron que hay denuncias a los proyectos por “sus impactos a los causes de los ríos, a los ecosistemas y por ser causantes de la desaparición, desalojo y desplazamiento de miles de poblados” además de asesinatos de cientos de personas defensoras de los ríos.

Las organizaciones denunciaron a la empresa minera Vale “causante de varios desastres naturales en los últimos años, el más reciente en Brumadinho”, Brasil, en febrero de este año.

Sumaron además la exigencia por la resolución del caso de Berta Cáceres, y justicia para ella y “su familia y al Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH)”, manifestando “faltan los Atala” por su evidente participación en el caso.

El MAR y Otros Mundos Chiapas A.C, finalizaron exigiendo modelo energético y de gestión del agua alternativo, “porque mientras se sigan planeando y desarrollando proyectos para movilizar al sistema capitalista, es decir para generar electricidad o brindar agua para la minería, las Zonas Económicas Especiales, los monocultivos, la industria del papel, etc., los proyectos seguirán siendo para la muerte y no para nuestro derecho al agua y a la energía.”

https://www.somoselmedio.com/2019/03/15/el-movimiento-de-afectados-por-las-represas-en-latino-america-exigen-cancelar-proyectos-de-muerte/